Los intocables

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

Cuando un país empieza a salir de un régimen corrupto. Y día a día se develan nuevos hechos de corrupción y algunos peces grandes y medianos son juzgados y sentenciados, quedan ciertos personajes -conocidos por todos, de los que todos saben que, desde sus cargos, fiscales y jueces, por ejemplo, han facilitado el ejercicio de la corrupción- a los que nunca toca la justicia.

Ellos, tranquilos e intocados, se sientan a ver a los corruptos, a los que sus fallos y decisiones allanaron el camino para el delito, esconderse, fugar del país, ir a la cárcel. Seguros de que no les va a pasar nada, no se toman la molestia de huir o esconderse.

Ese fiscal que archivó un caso flagrante de peculado. Ese juez que firmó una sentencia elaborada por los servidores de su jefe. Ese otro que persiguió a quienes osaron criticar al caudillo. Todos ellos permanecen en su sitio. La justicia sigue su camino y, cuando se encuentra con ellos, los rodea y pasa de largo.

¿Cuál es el blindaje, cuál, el campo de fuerza que aleja de ellos a la justicia? ¿Qué secretos conocen? ¿Qué deudas por cobrar tienen? ¿Qué amigos poderosos les apoyan? ¿O solo han sido lo suficientemente hábiles y astutos como para no dejar ningún cabo suelto?

Los intocables proclaman los derechos de la impunidad y los límites de la justicia. Y la existencia de un territorio liberado, en el que la ley no puede entrar.

El caso de la compra irregular de los helicópteros Dhruv se ha reabierto y la Fiscalía ha pedido fecha para la audiencia de formulación de cargos contra quince implicados. Más allá del perjuicio económico para el país, la compra ilegal de estos helicópteros produjo la muerte de cuatro personas, entre ellas, un general de la república: el general Jorge Gabela, asesinado en su propia casa. El fiscal correísta de ese entonces, Galo Chiriboga, archivó el caso. Tampoco le puso empeño a la investigación de delitos que, como el secuestro de Fernando Balda, implicaban a miembros del correísmo.

Todos los caminos conducen a Galo Chiriboga, pero, extrañamente, nadie hasta ahora ha podido llegar a él.

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