«Recuérdame», retratos de los rostros del Renacimiento

Ámsterdam.- La exposición “No me olvides, Recuérdame” refleja ambición y nostalgia, y con ella el Rijksmuseum de Ámsterdam resalta cómo emperadores, aristócratas y ciudadanos acomodados se dejaron retratar por artistas europeos del Renacimiento, en un intento de ser inmortalizados como les gustaría perdurar en la historia de la humanidad.

Más de un centenar de retratos renacentistas, de los siglos XV y XVI y pincelados por artistas como Hans Holbein el Joven, Alberto Durero, Hans Memling, Tiziano y Paolo Veronese, posan en la sala de exposiciones del Rijksmuseum, que se abrirá al público del próximo viernes hasta el 16 de enero. Proceden de pinacotecas de Europa y Estados Unidos.

La obra maestra que vigila todas las demás es “Retrato de una mujer joven” (en torno a 1470), de Petrus Christus, propiedad de la Gemäldegalerie de Berlín. Es la portada del catálogo y la pieza preferida de Taco Dibbits, director del museo, que tenía un poster del cuadro en su habitación cuando era un estudiante, al igual que le pasó al comisario de la exposición, Matthias Ubl, reconoce Dibbits a Efe.

“Siempre fue mi sueño traerla a visitar Ámsterdam. Está rodeada de misterio, tiene estos rasgos increíbles y la forma en la que te mira realmente te atrapa. No mira a través de ti, que es lo que suele pasar con los retratos, sino que te ve”, describe.

Para él, es “un cuadro pequeño, lo que hace que sea muy íntimo mirarlo, pero también es muy frágil” y esa joven de ojos almendrados muestra una “tensión fascinante entre frigidez y fuerza”, agrega.

Durante el Renacimiento, aquellos que podían pagárselo querían quedar inmortalizados sobre un lienzo, retratados desde su mejor perfil, de la mejor forma posible, lo que hacía importante todo lo que rodeaba el proceso: desde la expresión facial, pasando por el simbolismo y la pose, hasta el fondo del cuadro o la ropa y las joyas, lo que se planificaba con cuidado y con todo detalle.

La exposición, que empezó a prepararse antes de la pandemia, refleja la riqueza, las motivaciones, ambiciones y deseos de los protagonistas del retrato, que se dividen en base a una temática concreta: la belleza, la autoridad, la ambición, el amor, la familia, el conocimiento y la fe.

España aporta tres piezas a esta exhibición. En representación del poder, hay un busto de Carlos V, de 1553-1555, un préstamo del Museo Nacional del Prado de Madrid.

Esta obra, del escultor italiano Leone Leoni (aunque la inscripción también recoge el nombre de su hijo Pompeo), muestra a un emperador y defensor del catolicismo con la armadura que tenía cuando derrotó a un ejército de príncipes protestantes en una batalla cerca de Mühlberg, y, como símbolo de victoria, el escultor añadió al original la figura de una mujer sosteniendo una rama de palma, junto a un águila.

El Prado también aporta “Lorenzo Lotto, Marsilo Cassotti y su mujer Faustina”, un oleo sobre tabla de 1523, y es el primer retrato conocido de un matrimonio.

La otra pieza, hecha en 1560 en Madrid, es un lienzo del pintor neerlandés Antonio Moro, que retrató a Felipe II con símbolos clásicos de autoridad. El monarca posa de pie, con su coraza favorita, que llevaba cuando ganó su batalla militar más importante, en 1557 cerca de la ciudad francesa de Saint-Quentin.

Felipe II, que raramente se dejaba capturar en el arte, aparece retratado de cuerpo entero, con armadura, agarrando un bastón de comandante en una mano, y con la otra apoyada en la empuñadura de una espada. Esta pieza pertenece a las Colecciones Reales, Real Monasterio de El Escorial, y ha sido traída por el Patrimonio Nacional hasta Ámsterdam.

El Rijksmuseum asegura que es la primera vez que se reúnen tantos retratos europeos del Renacimiento en Países Bajos, y hay piezas cedidas, entre otros, por el Kunstmuseum Basel, la Galería Nacional de Londres, y la Galería Nacional de Arte de Washington. “Desde la antigüedad, la función más importante del retrato ha sido la preservación de la memoria de sus sujetos”, añade el museo.

El florecimiento del retrato en Europa llegó alrededor de año 1500, cuando artistas de norte a sur del continente se entregaron a la perduración de los rostros que quisieron sobrevivir a la mortalidad, con un denominador común: la necesidad humana de ser recordado.

¿Por qué esta exposición? “Porque a todos nos encantan las caras, la gente. Y, aunque es una coincidencia, después de la pandemia, nos gustan aún más porque se ha echado de menos a la gente, la presencia de personas y los retratos del Renacimiento hacen que la gente esté presente en el retrato”, concluye Dibbits, sobre este reportaje artístico de la sociedad adinerada de esa época. EFE

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