Cuando el crimen mandaba

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

Carolina Llanos ha sido declarada inocente por la Corte Nacional de Justicia. Sin embargo, pasó ocho años encarcelada y, en prisión, sufrió un brutal ataque, con un fierro incluso, que produjo la muerte de su hijo nonato.

De las pruebas que se utilizaron para sentenciarla, unas no probaban nada y otras fueron forjadas.

Lo que se hizo contra Carolina es un crimen, una serie de crímenes más bien, detrás de los cuales estuvo el Estado ecuatoriano, usado como instrumento para saciar el deseo de venganza del alucinado que entonces gobernaba el país.

Un ministro de gobierno, agentes del servicio de inteligencia nacional, jueces, fiscales, policías se asociaron criminalmente para cumplir sus órdenes.  Carolina Llanos, en una entrevista otorgada al diario El Universo, el 15 de octubre de 2021, cita los nombres de tres de los principales implicados en su caso: el expresidente Rafael Correa, el ministro de gobierno de ese entonces, José Serrano, y el fiscal de la época, Galo Chiriboga (otra vez Galo Chiriboga).

Poco después de que Carolina fuera declarada inocente, los correístas Marcela Aguiñaga y Fausto Jarrín se reunían con el presidente de la república, Guillermo Lasso, pretendiendo intercambiar impunidad por votos. Los crímenes cometidos contra Carolina, al parecer, no significan nada para ellos.

Los mafiosos inventaron el mito de la lealtad criminal para hacerse pasar por “hombres de honor” y prestigiarse socialmente. Lo mismo ha ocurrido con el uso que los políticos han hecho de la causa y la ideología: todo, cualquier crimen lo justifican la ideología y el “proyecto”, esos talismanes que convierten a los delincuentes caídos en mártires y a los criminales más despiadados en santos.

De estos personajes está lleno el historial de la “revolución ciudadana”, de estos personajes y de crímenes tan espeluznantes como los cometidos contra Carolina Llanos.

La encerraron, la separaron de sus hijos, asesinaron al que estaba por venir, le impidieron recibir atención médica oportuna cuando se estaba desangrando a causa del legrado que debieron practicarle por los rodillazos en el estómago que, estando embarazada, un grupo de reclusas le propinó en la cárcel.

La gente a la que no le importan estos crímenes, la gente que se niega a verlos, la gente que no se siente aludida por ellos, aunque fue parte del gobierno que los cometió, esa gente es la que quiere dictar las leyes de la república y conducir la política del país a su antojo.

A ellos se han sumado Pachakutik y los socialcristianos. Para quienes, igual que para sus aliados, el crimen es un asunto relativo, algo que se puede pasar por alto cuando conviene. Nebot, el socialcristiano, dijo, alguna vez, que por el bien del país hablaría incluso con el diablo. Lo ha venido haciendo desde hace tiempo. Estamos yéndonos al infierno, ciertamente, cuando somos capaces de ignorar el crimen y transar con los criminales.

Carolina Llanos, en una foto del 3 de enero de 2013.

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