Desde Cabo Verde

Hernán Pérez Loose

Guayaquil, Ecuador

El 12 de junio de 2020 una aeronave privada que venía de Caracas con rumbo a Irán aterrizó en la isla Sal de Cabo Verde para cargar combustible.

La isla Sal forma parte del Archipiélago Cabo Verde, un microestado africano ubicado frente a la costa de Senegal. En los últimos años, Sal se ha convertido en un importante centro turístico con buenas facilidades aeroportuarias. El avión llevaba a funcionarios y amigos de Maduro. Uno de los pasajeros era Álex Saab, un colombiano con importantes conexiones y con el chavismo.

Saab no pudo continuar su viaje, pues fue detenido por la policía local. La detención se originó en una solicitud de los Estados Unidos donde la fiscalía federal ya había presentado cargos contra él meses atrás. El principal cargo era el de lavado de dinero usando el sistema financiero estadounidense.

Saab sería, además, la persona clave que ayudaba a Venezuela a sortear las sanciones económicas y, además, un eficiente testaferro de la camarilla chavista que la ha enriquecido mediante esquemas financieros internacionales.

No habiendo un tratado de extradición entre los dos países, la batalla legal por la extradición fue compleja. Las presiones sobre Cabo Verde para que la niegue fueron enormes, desde Moscú y Caracas hasta varios países africanos e inclusive la ONU denunciaron la detención de Saab. Pero finalmente prevaleció la decisión de la Corte Constitucional de Cabo Verde que aprobó la extradición.

En respuesta, Maduro ha cancelado las negociaciones que en México venían teniendo sus delegados y de la oposición para una solución a la crisis política.

Para el Ecuador la extradición de Saab tiene considerable relevancia.

Para comenzar, durante el correísmo Saab lideró un esquema de lavado de dinero que benefició tanto a ciertos ecuatorianos que se prestaron para ese esquema como para la cúpula chavista. Para hacerlo se utilizó un sistema de compensación ideado por el gobierno de entonces con el pretexto de facilitar transacciones económicas entre los países del socialismo del siglo XXI.

Se fingían exportaciones financiadas con recursos venezolanos obtenidos a una tasa preferencial en Caracas. Los pagos a los supuestos exportadores eran luego desviados en favor de la camarilla chavista. A pesar de la lista de infracciones penales de este esquema de lavado de dinero, la justicia correísta, como era de esperarse, declaró inocentes a todos los involucrados. Hoy esa declaración es utilizada por Saab internacionalmente como una muestra de su buena conducta.

Este escudo de protección que fue fabricado por la justicia ecuatoriana probablemente será sometido ahora a un escrutinio por la justicia estadounidense tal como ha ocurrido en otros casos como el de Petroecuador.

Este nuevo desarrollo internacional deja entrever, una vez más, el grado de penetración que han tenido las mafias internacionales en nuestro país. El correísmo prácticamente entregó nuestro país como una suerte de burdel internacional. El esquema de corrupción diseñado por Saab y la protección judicial que recibió no es nada nuevo. Hoy nuestro país sigue secuestrado por un sistema judicial que, con escasas excepciones, está entregado a otros Saab criollos y no tan criollos. Gente que a punta de billete logran con todo cinismo la más increíble impunidad. (O)

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