Para entender

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Para el observador privilegiado, la vida es un sucederse de situaciones más o menos agradables dentro de un guión preestablecido y poco cambiante. Aquel privilegio no le permite entender el dolor, la angustia y la dureza de quienes no tienen acceso a esa vida.

Quienes fueron despojados en sus primeros años de lo que a otros les parece normal son fácil presa del enojo, el resentimiento y la envidia. Un creciente sentimiento de rencor hacia una vida que les ha negado alegrías elementales los vuelve cáusticos, mordaces o simplemente resentidos.

Allí curiosamente se funden la ignorancia y el escepticismo, pues ambas posiciones niegan la realidad objetiva, porque no les resulta lógico aceptar la razón de quienes los marginan y oprimen. Y hay que entenderlos.

Quienes iniciaron la vida despojados de todo, arrinconados, vencidos pero capaces, desarrollan una filosofía de vida distinta, rapaz, radical e inexpugnable, porque les permite seguir adelante en su lucha diaria contra el mundo.

El extremismo y la lucha totalitaria hacen mucho sentido para ellos, pues rechazan de inicio un mundo que no los ha acogido de ninguna forma plausible. Hay que entenderlo. Para los miembros de una sociedad indolente, es necesario un esfuerzo importante para sentir solidaridad ante los desmanes de hordas desorganizadas, básicas y brutalmente ignorantes de los peligros que crean y corren, pero que no miden por su estoicismo y su desapego a la vida.

Y por otro lado, se entiende mejor porqué un número importante de personas normalmente cuerdas y respetuosas de la ley sucumben ante el caos y despiertan sus pasiones atávicas para defender a manifestantes contra la acción de la policía.

Dos años después de la asonada de octubre, siguen presentes en mi memoria los abusos, los odios, las manipulaciones y los peligros que caracterizaron a esa masa humana lanzada contra el resto del mundo para exteriorizar su resentimiento con un Estado que no les incluye, les entiende ni les respalda en sus pretensiones.

Por supuesto, todas estas reivindicaciones tienen una falla fundamental: no toman en cuenta a una mayoría mestiza, establecida, vigente, que se esfuerza a diario por una vida mejor dentro de los parámetros establecidos por una sociedad demandante y difícil, que se ha adaptado a un esquema y deja al Estado la responsabilidad de velar por los intereses de todos.

El Estado es pues el encargado de armonizar esas visiones distintas, aparentemente irreconciliables y naturalmente complejas. Desde esa perspectiva, se entiende el afán de crear un espacio de diálogo para intentar acortar las distancias entre posiciones tan extremas, porque únicamente bajo esos parámetros se pueden desarrollar opciones de acercamiento.

El gobierno tiene que revestirse de mucha paciencia, el público de mucha energía, y los pueblos indígenas de un verdadero afán de lograr acuerdos si queremos que el País en conjunto pueda avanzar. Si no existe en cualquiera de los integrantes un genuino afán de entenderlo, estériles serán los esfuerzos de diálogo. Hagamos votos porque todos los involucrados hagan el esfuerzo indispensable para encontrar caminos coincidentes.

Las instalaciones de Teleamazonas son incendiadas, en las protestas de octubre de 2019.

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