¡No apedreen al escritor!

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

La prensa y la literatura son los dos pilares fundamentales para sostener una democracia, ya que ambas son las que sostienen todo tipo de libertades. Todos los totalitarismos han sido principalmente recordados por mermar a escritores y periodistas. No obstante, hoy se gesta desde la propia sociedad una nueva ola dictatorial con voces extremistas que dicen: “no puede opinar del aborto, de las cárceles, de política, de religión o de economía porque es escritor”.  A esta sentencia nada más antidemócratico puede surgir.

Muchos escritores, pensadores y periodistas han inundado varios medios prestigiosos con columnas de opinión y desde luego han sido apedreados mayormente por los progresistas de izquierda. Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez-Reverte, Ernest Hemingway, Umberto Eco, J.K. Rowling y muchos otros se han visto envueltos en “polémicas” por defender ideas lógicas de planteamientos sobre su entorno.

Las plumas de los narradores pueden rebasar las páginas de un libro de cuentos o de una novela y trasladar las problemáticas a espacios de mayor consumo social como los medios de comunicación.

Podría debatirse si un escritor quiere ser, o no, un líder de opinión. Pero, esto no implica que no pueda tener una voz para opinar y proponer sus tesis así incomoden a unas cuantas minorías que se creen dueñas de la verdad.

En ese sentido, no necesariamente un escritor o un estudioso debe centrarse netamente en la crítica literaria o artística —que es fundamentalmente su campo de estudio— y no poder dar una idea sobre algo relacionado a lo que pasa en el contexto geopolítico, o socioeconómico. Principalmente, las ideas de un intelectual permiten entenderlo mejor tomando en cuenta que muchas veces pueden escribir en la ficción ideas a las que abiertamente se oponen (porque la creación literaria así lo permite).

Tampoco resulta conveniente no leer a un novelista por un tuit o un espacio de opinión porque podríamos perdernos un vasto mundo literario que no pasará por nuestro radar por un mero capricho.

Cuando la literatura se vuelve propagandística (feminista, progresista, marxista, leninista) sí que no importaría no leerla porque allí se vuelve seudoliteratura. Mucho, por eso falsamente se ha criticado La llamada de la tribu de Mario Vargas Llosa como una “propaganda de derecha”, pero lo cierto es que un estudio que debate más el aspecto existencialista del narrador peruano influenciado por Jean-Paul Sartre al tiempo que ridiculiza al intelectual arquetípico de izquierda y habla del origen puro del liberalismo sin ser propagandístico sino intelectual.

Muchas veces los artículos de opinión permiten dar origen a grandes tesis que luego podrían definir el esquema para la escritura de un libro. La llamada de la tribu es un gran ejemplo de esto, que no sólo acoge ideas de Vargas Llosa expresadas en sus artículos publicados en El País sino que además es una combinación con su máximo libro de crítica La verdad de las mentiras. Las opiniones permiten dar pistas de cómo es un intelectual porque hay que ver a la literatura como un artificio que puede ser altamente engañoso.

Por todas estas razones, básicamente, no hay que apedrear al escritor sino dejar que sus ideas fluyan y entender que su pensamiento puede ser una guía para transgredir varios discursos apelados y defendidos por otros grupos o colegas de una profesión. Las citas también implican un punto de inicio. Gabriel García Márquez decía que “el periodismo es el mejor oficio del mundo”, por esa razón es vital leer a García Márquez y de ser posible explorar Crónica de una muerte anunciada y Relato de un náufrago que son sus obras periodísticas por excelencia que, si se las combina con Cien años de soledad, El otoño del patriarca y Amor en los tiempos del cólera se aprenderá al cien por ciento de un novelista genial e imprescindible.         

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