La pandemia expone las debilidades del sistema de salud peruano

Imagen de archivo de personal médico recorre las calles en Lima (Perú). EFE/ Paolo Aguilar

La COVID-19 ha dejado el trágico récord en Perú de ser el país con la tasa de mortalidad más alta del mundo y mostró lo débil que era y sigue siendo su sistema de salud, aunque casi dos años después del primer caso, los peruanos parecen ver una luz al final del túnel gracias a su exitosa campaña de vacunación.

Perú ostenta otro récord dramático, ya que también es el país con la tasa de orfandad más alta del mundo, al reportar que 98.000 niños han perdido a su madre, padre o tutor debido a la pandemia.

«Lo que vivimos fue una pesadilla para todos», reconoció a Efe Pablo Tsukayama, un profesor de Microbiología e investigador sobre genoma que logró gran reconocimiento en su país tras dedicar su trabajo a investigar la presencia y evolución del virus en Perú.

Hasta esta semana, las cifras oficiales del Ministerio de Salud (Minsa) señalan que en el país andino han muerto más de 209.000 personas por la COVID-19, lo que significa que 634 peruanos de cada 100.000 fallecieron a causa de este virus.

Causas de la tragedia

Para los especialistas, las causas que llevaron a Perú a convertirse en el país con la tasa de mortalidad más alta del planeta son varias, pero la principal ha sido su débil y fragmentado sistema sanitario, acompañado de una baja inversión estatal al inicio de la propagación de la epidemia.

«La respuesta a la pandemia ha revelado una serie de problemas que teníamos en el sistema de salud a todos los niveles, una capacidad muy limitada para la atención hospitalaria y en el área de cuidados intensivos, y la falta de cosas tan esenciales como el oxígeno», explicó Tsukayama.

Precisamente, la carencia de oxígeno medicinal fue un grave problema durante las dos primeras olas, cuando se pudo ver a cientos de personas aguardando para llenar las pipetas que necesitaban sus familiares con urgencia, por un precio que muchas veces superó hasta en diez veces al normal.

Antes de la pandemia Perú tenía un déficit histórico de médicos, con unos 13 por cada 10.000 personas, así como una excesiva dependencia de importaciones de laboratorios y material clínico, que explicaron en parte las altas tasas de fallecidos, ya que la detección y monitoreo fueron muy lentos al inicio de la enfermedad.

«Los problemas en el sector no vienen del último Gobierno, sino de varias décadas de desatención al sistema público de salud», lamentó Tsukayama.

Efectos de la pandemia

El primer caso en Perú se reportó el 6 marzo de 2020 y pese a una pronta cuarentena que ordenó el entonces presidente Martín Vizcarra (2018-2020), la alta informalidad en la economía peruana, que supera al 70 %, llevó a que muchas personas siguieran saliendo a las calles para ganarse el sustento diario, con riesgo de enfermar.

Como en otros países, la pandemia también provocó que la economía quedara congelada, como se reflejó en abril de 2020 cuando la caída del producto interior bruto (PIB) fue del 40 %, mientras que el país cerró 2020 con un desplome del 11,12 %, el mayor en 30 años.

En ese escenario de crisis sanitaria y económica, los niños peruanos han sido especialmente castigados, ya que los colegios siguen cerrados desde diciembre de 2019, aunque las autoridades iniciaron en enero una campaña de vacunación de menores de 5 a 11 años para permitir que vuelvan a las escuelas en marzo.

«Otros países de igual o menores ingresos han abierto las aulas, parece que aquí no ha sucedido por falta de voluntad política. Cerrar los colegios unos meses está bien, pero después de dos años no hay explicación alguna de por qué ha sucedido, simplemente no se ha priorizado».

«Es un escándalo y tragedia a la vez», dijo Tsukayama.

Vacunación exitosa

En los últimos meses se ha presentado una luz de esperanza, ya que al menos el 85 % de la población adulta del país ya tiene dos dosis de las vacunas, lo que suma 21 millones de personas, y cerca de 10 millones han recibido la tercera dosis de refuerzo.

Además la vacunación en los niños, que comenzó el pasado 24 de enero, avanza rápidamente y el 56 % de la población infantil ya tiene al menos una dosis.

Estas cifras positivas radican, según los expertos, en que Perú sí tiene bien organizado su sistema de vacunaciones y ha aprovechado esta capacidad para lograr un avance que ha permitido disminuir el impacto de la tercera ola, que comenzó el 5 de enero pasado.

Esta tendencia fue confirmada por el jefe de la Unidad de Inteligencia y Análisis de Datos del Seguro Social de Salud, Dante Cersso, quien detalló la semana pasada que la tercera ola tuvo un pico de 342.000 contagios durante la tercera semana de enero.

«En la primera y segunda ola, los picos de fallecidos semanales llegaron a 4.400 y 5.700, respectivamente; sin embargo, en la tercera ola… los fallecidos están por debajo de 1.500», detalló.

En efecto, mientras la tercera ola parece estar acabando, según los indicadores de hospitalizaciones y fallecimientos, su letalidad es del 0,66 %, algo que la ha convertido en una pequeña onda frente a la primera y segunda, cuyas tasas llegaron a 8,84 % y 9,11 %, respectivamente, de acuerdo con datos oficiales del Minsa. EFE (I)

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