Ucrania critica el horror de las guerras en una Bienal sin Rusia

Venecia (Italia).- Ucrania, que a pesar de la invasión rusa logró trasladar parte de su proyecto oficial hasta Venecia, denuncia los horrores de la guerra y la decadencia del mundo en su pabellón en la Bienal y en un espacio al aire libre que simula una plaza con sacos que protegen a la población de los bombardeos.

Lo hace en la 59ª Bienal de Arte de Venecia, que ha vetado la participación oficial de Rusia, un evento de importancia internacional que abrirá al público del 23 de abril al 27 de noviembre, pero que desde hoy presenta las propuestas de los más de 200 artistas participantes a los medios.

Los organizadores se han volcado con Ucrania y han ofrecido todas las facilidades posibles para que el artista ucraniano Pavlo Makov pudiera exponer en el pabellón nacional, ubicado en el Arsenal, los antiguos astilleros venecianos.

Y las dificultades eran muchas: a partir del 24 de febrero, cuando Rusia invadió Ucrania, Maria Lanko, miembro del equipo de comisarios de la exhibición, se embarcó en una odisea para evacuar la obra de Makov fuera de Kiev, llevándola de cuidad en ciudad hasta que logró salir del país.

Ucrania cuenta con dos espacios: en el Arsenal se expone la obra oficial, de Makov, que fue pensada antes de la invasión de Moscú, mientras que, ya con la guerra en curso, la arquitecta Dana Kosmina diseñó la «Plaza Ucrania» en los Jardines venecianos, que busca servir de lugar de encuentro y de debate sobre los beneficios de un mundo en paz.

VETO A RUSIA

Los organizadores de la Bienal han vetado la participación de delegaciones oficiales, instituciones o personalidades vinculadas al Kremlin por su invasión a Ucrania.

Sin embargo, sí han permitido la participación de los artistas que se opongan al régimen de Vladímir Putin.

Ucrania cuenta con su pabellón, respaldado por el Ministerio de Cultura y Política de Información de Ucrania y comisariado por los ucranianos Borys Filonenko, Lizaveta German, Maria Lanko.

AGOTAMIENTO MUNDIAL

Makov presenta en Venecia «The Fountain of Exhaustion. Acqua alta» («Fuente de agotamiento. Agua alta»), una majestuosa escultura formada por 70 embudos, que están fijados a una pared y forman un triángulo.

El artista se ha inspirado en la situación de declive que vivía su ciudad de origen, Kharkiv, la segunda mayor del país, situada al noreste, en la era postsoviética de los 90.

Las infraestructuras no funcionaban y, en un momento dado, un accidente en la planta local de tratamiento de aguas residuales provocó una interrupción del suministro durante cuatro semanas, a lo que le siguió una grave inundación.

El embudo colocado en el extremo superior del triángulo recibe constantemente agua de un grifo. En su base, tiene dos caños que reparten el líquido hacia otros dos embudos situados justo debajo, que a su vez dividen el agua que les llega hacia otros dos… y así sucesivamente, hasta la base, que es un contenedor.

El problema es que el agua del principio se va perdiendo durante el recorrido y en algunos embudos de los extremos sólo unas gotas consiguen llegar al final, en una sugerente metáfora del agotamiento de los recursos del planeta y de las sociedades, exhaustas por la pandemia y las constantes guerras.

«PLAZA UCRANIA»

Ucrania también ha realizado para la ocasión un espacio llamado «Plaza Ucrania», decorado con sacos de arena simulando los que se utilizan en los conflictos para proteger a la población de las bombas.

La zona acoge a todo el que quiera sentarse, mostrar su solidaridad con el pueblo ucraniano y debatir las deplorables consecuencias de las guerras.

El objetivo, ha explicado la Bienal, es «dar voz a los artistas y a la comunidad artística de Ucrania, así como de otros países, en solidaridad con el pueblo ucraniano tras la brutal invasión del Gobierno ruso y crear un espacio de debate, conversación y apoyo a la cultura» de este país invadido por el Ejército ruso.

La Bienal de este año lleva por título «The Milk of Dreams» («La leche de los sueños») y propone un viaje entre lo humano y lo onírico en un homenaje al libro del mismo nombre de la artista británica Leonora Carrington (1917-2011), en el que plasmó sus visiones más intimas, los cuentos imaginados para sus hijos en el México donde pasó buena parte de su vida tras emigrar allí en los años 50. EFE

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