Mordaza: del papel al basurero de la Historia

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

La democracia se construye a base de ideas. Los modelos económicos liberales se nutren de éstas para fortalecer lo que está bien y criticar lo que está mal y así mejorar. Los sistemas garantistas del desarrollo humano plantean que cada individuo es culpable de lo que hace, es decir cada acción genera una reacción.

Desde el campo del periodismo, la palabra (ya sea oral o escrita) es la herramienta diaria en la que el profesional hace uso de ésta para narrar la realidad que vive. El trabajo periodístico consiste en hilar las piezas de una historia e irla armando para que ésta tenga un sentido cronológico y con sentido. Es saber contar un evento real (a través del quién, cuándo, dónde, por qué e incluso para qué).

Sin embargo, cuando un «quién» busca mermar una realidad (que no se investigue un cuándo, un dónde, un para quién, o incluso un por qué) se evita que la gente se informe, mermando así no sólo un trabajo periodístico sino un derecho colectivo, el de acercarse a la libre información.

Así, gracias a ello, la expresión (dada desde la palabra) es parte de la manera de plasmar un hecho que con el paso del tiempo se vuelve histórico. Philip Graham definió al periodismo «como el primer borrador de la historia», censurar al comunicador es evitar que se escriba la historia de un pueblo.

El Presidente Guillermo Lasso ofreció en campaña derogar la nefasta Ley de Comunicación correísta (Ley Mordaza) y ahora, tras esta acción, cada medio y periodista tiene en sus manos su propia autorregulación, es decir, que debe hacerse cargo de su trabajo (así como sus consecuencias, ya sean éstas positivas como negativas), eso fortalece el derecho a la libertad de expresión.

La autocensura (o censura previa) fue un término muy discutido que incluso traspasó el ámbito periodístico y también aterrizó en el académico y el literario. Existen «temas tabú» en las sociedades donde impera un discurso «progresista» de ciertos grupos que se creen «intocables» por sus ideas meramente populistas que en apariencia parecen tener respaldo popular.

Cuando se tocan asuntos sensibles, estos grupos saltan, tildando, por lo bajo, de «discurso de odio» a cuestiones que les incomoda o incluso añadiendo ciertos conceptos ligados al «nazismo» y al «fascismo».

Esto, en el fondo, permite que se censuren ideas y opiniones extremadamente críticas a cosas como «la igualdad de género», la ideología de género, el dogma de atacar a lo privado e imponer lo público como un modelo único (el hiperestatismo) y así muchos crearon una policía del pensamiento (tal y como la describió George Orwell en 1984) que hoy se fortalece con las redes sociales.

La posmodernidad justamente es defender un discurso (en muchas ocasiones radicales) para suplir otros más democráticos y de nivel de análisis profundo. El periodista (más el de opinión) puede a veces relucir una epifanía, la cual, a pesar de ser así, no implica que falte a la verdad, pero sí en un momento puede parecer «exagerada». La opinión es dada desde un punto de vista concreto, suele ser «dura» por lo que es la más incómoda.

Por ello, la Ley Mordaza, pretendía judicializar las opiniones, lo cual implicaba un atentado directo a la libertad de expresión. Ahora, dicho acto, es, como se dijo anteriormente, del colectivo. Por lo que, si tácitamente, una persona determina que un periodista —bajo su propia lógica, más no impuesta desde una norma— no es «veraz» puede dejar de seguir a dicho personaje y cambiar a otro que tenga afinidad o gustos personales.

Se dice que uno de los roles fundamentales del periodismo es educar, por ello, si uno genera noticias falsas (fake news), otorga ideas que magnifican un problema (como la inseguridad del país) y la vuelven a tal grado de causar un pánico colectivo, si se revierte un tema social (caso Bernal) y se deja que éste se vuelva político, también hay un mea culpa del lado de la prensa. Acto que no debe necesitar de un reglamento sino de nuestra propia capacidad para reconocer y enmendar el error.

El problema, es que el periodismo se dejó seducir por el populismo (más el de izquierda) y se contaminó con el activismo y la sinrazón. Busca buenos y malos, muchas veces colocando el malo en el lado del bueno y viceversa, para posesionar ya sea una agenda políticamente correcta o entendiendo una moda líquida de masas.

Sin una ley que censure la opinión, incluso es fácil detectar (entre periodistas) quiénes comenten errores y quiénes sí ejercen la profesión con responsabilidad y ética. La burbuja que reventó el Presidente Lasso, permitió que también quiénes hacemos información y entrevistas, nos bajemos del pedestal y veamos qué hace el de al lado y criticar o apoyar, de ser el caso, pero siempre con absoluta sinceridad.

Los grupos sociales, se aterran ante esta decisión —la eliminación de la Ley Mordaza— porque los aires de libertad (al que nunca apoyaron y en secreto deseaban que se mantenga) hoy ya regresaron y es posible señalarles con el dedo abiertamente por sus nefastas actuaciones. Vendrán, de este modo, nuevos vientos, en donde ya la expresión nos muestre cómo somos, con virtudes y dejes.

Quito (Pichincha), 9 de febrero del 2022.- El presidente Guillermo Lasso, dialogó con los periodistas Juan Carlos Calderón y Jorge Imbaquingo, en un Enlace Radial. Foto: Carlos Silva /Presidencia de la República

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