O sea, ¿condecorar al doctor Borja?

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Hace algunos días, por las fiestas decembrinas, el Cabildo quiteño condecoró al Dr. Rodrigo Borja como ciudadano ilustre. Me sigo preguntando el porqué de tal designación. Más allá de sus breves aciertos en la primera magistratura, su gobierno se caracterizó por la falta de decisiones de fondo, a pesar de su importante apoyo legislativo y su posibilidad de hacer historia con reformas indispensables.

No conozco cuáles fueron los motivos para condecorarlo. Quizás ayudó a Quito en forma imperceptible y por tanto no suficiente. Por allí se dirá que fue un presidente honesto, lo cual resulta extremamente pequeño para reseñar los logros de un mandatario. Todo Presidente tiene la obligación de serlo, aunque en nuestro país eso suene extraño. Pero si hacemos un análisis imparcial, poco queda en el activo y mucho en lo que dejó sin hacer.

Y siempre quedará en la memoria la ausencia de liderazgo y el silencio cómplice ante los diez años de desgobierno correísta, y su nulo desempeño como secretario de Unasur.

Al otro lado del espectro político, están presidentes como Gustavo Noboa, Sixto Duran Ballén, inclusive Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio, cuyos esfuerzos por enderezar al País y su economía fueron convenientemente silenciados, olvidados y archivados.

Otro personaje vilipendiado, criticado y procesado, Jamil Mahuad, logró en su corto periodo llevar a cabo temas tan importantes como la paz con el Perú, el saneamiento del sistema financiero y del fisco, a través de medidas durísimas pero finalmente efectivas. La oportuna decisión impidió que Ecuador caiga en una hiperinflación cuya recuperación es larga y dolorosa. Algunos países, como Argentina, aún no lo logran.

Pero, para Mahuad, la recompensa fue exiliarlo, condenarlo y olvidarlo, a pesar que sus decisiones siguen vigentes y han permitido viabilizar un futuro estable, con la dolarización por ejemplo.

Escribo estas breves líneas únicamente para resaltar la miopía y la mezquindad que existe en el Ecuador hacia quienes tomaron decisiones de fondo y la generosidad y adulo que se derrocha hacia quienes no lo hicieron.

Cuando nos decidamos a reescribir la historia sin compadrazgos pero con visión de País, estos errores históricos deberán subsanarse. Al menos así debería ser.

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