La revolución malograda

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

«Tirano, dijo el rey sabio, es aquél que con el pretexto del progreso, bienestar y prosperidad de sus gobernados, substituye el culto de su pueblo por el de su propia persona»

Augusto Roa Bastos, Yo el supremo

Retratar la figura del «supremo» Rafael Correa es realmente complejo, pero realmente sorprendente de leer y sólo las periodistas Ana Karina López y Mónica Almeida podían lograrlo. Con El séptimo Rafael, López y Almeida retratan a Correa con una prosa tan elegante que recuerda a la de Miguel Ángel Asturias en El señor presidente. Ambas han perfeccionado la crónica, que es el estilo narrativo-literario por excelencia del periodismo, de manera única.  

Cuando Truman Capote escribió In Cold Blood (A sangre fría), su magna obra, inauguró lo que en la literatura anglosajona se conoce como non-fiction (no ficción). Almeida y López hacen lo propio y al puro estilo de una investigación de una novela policial, que en este caso recrea varios crímenes desde el Caso Sobornos, al sangriento 30-S, evidencia el Coca Codo Sinclair Sinclair (caso Sinohydro), el show del caso Chevron y demás hitos que terminaron en corrupción, cinismo, espionajes, muertes y la intriga —como reza la contratapa del libro— que envolvieron al entonces gobierno de Alianza PAÍS, que fue tan siniestro como extrañamente atrayente.

Buscó silenciar a la prensa, a los políticos opositores, gremios sociales y comisiones que buscaron de manera independiente luchar contra las irregularidades del régimen. Se volvió enemigo de banqueros y empresarios y puso la productividad del país en riesgo, se aisló del mundo sin firmar Tratados de Libre Comercio y formó una burbuja en Ecuador controlada desde el poder.

Así, La revolución malograda, tiene como fuente principal al propio Rafael Correa, por segunda vez, y sus exfuncionarios de Estado y gente cercana. Diez relatos, construidos a manera de capítulos, que se pueden leer en orden cronológico o por separado. Personajes como Alberto Acosta, Ricardo Patiño, Raúl Reyes, las FARC, jóvenes Latin King, Julian Assange, Alexis Mera, Gabriela Rivadeneira, Carlos Ochoa, Gustavo Jalkh, los ex AVC —Edwin Jarrín— y los hermanos Alvarado cobran relevancia dentro de este relato de 483 páginas que recoge las 512 sabatinas y 250 entrevistas como pilares y sostén de esta investigación.

El periodismo nuevamente se descubre y se desenvuelve a sí mismo como una manera de evidencia testimonial en el que el correísmo buscó volverse una especie de mitología en la historia nacional. La ironía también marca el estilo de estas dos periodistas que además lograron unificar un mismo estilo a la hora de construir el libro.

Correa en sí mismo buscó ser una franquicia del eterno y perpetuo presidente, pero terminó en un fallido Rafael Leonidas Trujillo, de la Fiesta del Chivo, del autor peruano Mario Vargas Llosa, o el Patriarca en El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez. El poder que emanó el correísmo al puro estilo de El Gran Hermano de la novela 1984 de George Orwell, culminó también en una fracasada Revolución en la granja que vio su fin en 2017. Ese proyecto político se alimentó de angustias y decepciones de políticas sociales y económicas de décadas pasadas que culminó en odio y la sed de poder. Aspectos que además cegaron al líder y a su séquito.

De la metida de mano en la justicia hasta la destrucción de periódicos, marcó un fanatismo desmedido que también es parte de uno de los temas centrales de La revolución malograda, que además de ser un libro noir, es también revelador de un terrorífico grupo político que se fue contra el orden establecido, creando una institucionalidad servil y sumisa al Ejecutivo.

Se fue en contra de derechos de la Policía Nacional, y las Fuerzas Armadas (el atropello contra el joven capitán Edwin Ortega de la Armada quien fue separado de la institución, alegando «que insultó» al Supremo y el caso de General de la aviación, Jorge Gabela que murió coincidencialmente tras su acusación de corrupción por la compra de los helicópteros DHRUV) y usaron el aparato de la función Judicial, Legislativa, Electoral y de Participación Ciudadana y Control Social para lograr su objetivo.

La herencia posterior a Alianza País: un país polarizado y a merced del crimen organizado. Las tesis planteadas por Ana Karina López y Mónica Almeida son ¿todo fue planeado desde un inicio? ¿Cómo se construyó el entramado de poder e impunidad durante la Revolución Ciudadana? ¿Qué fue lo que finalmente malogró ese mecanismo aparentemente infalible?   

Por lo general el periodismo mira al poder desde afuera, pero La revolución malograda cuestiona, desnuda y mira todo desde dentro. Alianzas y traiciones, cambios constantes de actores, una obra de teatro montada desde la sombra y que fascinó al público durante un buen tiempo —y que todavía llena los ojos de lágrimas a algunos—. Un potente populismo dictatorial que se sostuvo gracias a la colaboración de Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, José Mujica, Lula da Silva y Michelle Bachelet.  

Alianza País se cimentó en una nueva Constitución que fue aprobada en 2008 y que se suponía debía mantenerse por 300 años, pero fue reformada ya en 2012 por sus mismos creadores, un boom petrolero de bonanza que alimentó la propaganda y permitió el piponazgo de lo público que buscó arrasar con lo privado y una esperanza que fue depositada por la gente.

Fue un período reivindicador y redentor para unos, nefasto y corrupto parra otros. Los ciudadanos marcados por bandos y un poder que mantenía cerca a los suyos. Ellos y nosotros. Alianza PAÍS en todos lados, controlando todo, mientras la gente se atacaba entre sí. Julian Assange lavó la cara del gobierno en temas de «libertad de expresión», mientras casa adentro periodistas eran perseguidos y censurados. A la revolución le sobró chivos expiatorios e imaginación. Al fin y al cabo, el correísmo se reducía a la frase de Benito Mussolini: «Todo para el Estado y nada sin el Estado ni contra él».

Quito (Pichincha), 29 de abril 2017.- El Presidente de la República, Rafael Correa, presentó su informe semanal de actividades durante el Enlace Ciudadano 520, desde Quito, en la provincia de Pichincha. Cientos de ciudadanos asistieron a este acto de rendición de cuentas. Foto: Santiago Armas / Presidencia de la República.

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