Paranoia electoral

Juan Diego Vivanco Vieira

Baños de Agua Santa, Ecuador

El correísmo tuvo el tiempo suficiente para poder tejer una poderosa red de corrupción muy bien estructurada. Al menos es eso lo que se dice y se escucha. Su legado más nefasto fue institucionalizar un enunciado que se resume en tres simples y sencillas palabras: “acuerdo entre privados”, expresado por el presidente de ese entonces, quien manifestó que, siendo funcionario público, el recibir dinero de quienes proveen al Estado por la compra o prestación de servicios aparte de lo estipulado en el contrato, no eran algo ético, pero tampoco ilegal, por lo que daba a entender que aquello, aparentemente no afectaban al dinero del Estado.

Se podría entender que aquel dinero “extra” era una forma de “agradecimiento” por haberse consumado dicho contrato, de que era un simple y sencillo acuerdo entre privado. (Detrás de las paredes se rumora que la tarifa estipulada depende de la astucia y sagacidad, y de la relación o el parentesco de los involucrados).

De esta manera, si antes de Correa estos lucrativos acuerdos tenían un cierto aire de recato y de vergüenza, en el correísmo, estos acuerdos, sumado con los ya supuestos y tradicionales sobreprecios, se convertirían en una conveniente tradición y en una fácil y descarada forma de alcanzar poder, ganar dinero y amasar fortuna.

Pero para la ya establecida Revolución Ciudadana, era imperante e imprescindible el mantener (a como dé lugar) la ilusión del país de la utopía y del gobierno de “las manos limpias”, por lo que, era mucho más cómodo hacerse de la vista gorda, encubrir y defender cualquier acto doloso o de cohecho y premiarlo con la alabanza y la impunidad.

Así fueron aquellos años obscuros para el Ecuador, donde cualquier duda, opinión o denuncia era reprimida y abollada con todo el aparataje estatal controlado por un caudillo y aplaudida semana a semana en cada sabatina.

Debe ser muy difícil poder desbaratar una red de corrupción fortalecida y perfeccionada durante tanto tiempo. Más aún cuando la coima, el soborno y la concusión se traducen y justifican por un mandatario de la nación como un simple acuerdo entre privados; y que luego evolucionaría y se vendrían a plasmar en la tristemente célebre frase de la asambleísta Rosa Cerda: “si van a robar, roben bien, justifiquen bien”.  

Esta fatídica herencia ha dejado su letal huella y como un tumor se ha regado a lo largo de todos estos años; quién sabe si tomará una eternidad y un día el poder definitivamente extirparlo, pero creería que es una batalla que vale la pena lucharla.

Hace falta gente que a más de ser honesta, capaz y trabajadora sea valiente y que ame al Ecuador y que quiera dar su vida por sus hijos. No por los hijos privilegiados de los padres de una dictadura, o del nepotismo o la corrupción, y que ahora están en el ojo de la opinión pública y han ganado promoción y protagonismo: unos como asambleístas, otros como periodistas o analistas políticos y otros como candidatos a prefecturas, concejalías, alcaldías y también a presidencias.

Por quienes sí debemos luchar es por todos aquellos que han sido segregados, ignorados, perseguidos e injustamente maltratados; por los derechos de gente pobre y humilde, por la igualdad de oportunidades, por una educación pública, gratuita y de excelencia (y quien diga lo contrario, que le coja un tren o que le parta un rayo), porque un buen sistema educativo, sólo podrá dar como resultado una sociedad sana, digna, libre y democrática. 

Según el correísmo, tener una vida digna, libre y en democracia es a través del crecimiento del tamaño del Estado, creando nuevos ministerios y convirtiendo al Estado como el principal empleador; posiblemente haciendo acuerdos, como se devela en los noticieros, con el narcotráfico y con el crimen organizado, facilitando el lavado de activos y encubriendo el origen de los fondos generados por diferentes actividades ilegales; pero, sobre todo, y eso es tangible, a través de la explotación de nuestros recursos naturales y de préstamos anticipados.

¿No es esta fórmula el resultado de esta terrible crisis política, social, económica y de seguridad que estamos viviendo ahora todos los ecuatorianos?  

El sábado 10 de diciembre del 2011, Rafael Correa en el Enlace Ciudadano 249 desde Macas, promocionando la explotación minería, dijo: “no podemos ser mendigos sentados en sacos de oro”, haciendo referencia a que, en la provincia de Morona Santiago, puede estar la segunda mina de cobre más grande del mundo y que dicha explotación sacaría a mucha gente de la pobreza (imagino que se refería a la pobreza de sus más leales súbditos y allegados, de sus parientes y de sus amigos más cercanos).

De todos modos, es muy probable que, en el caso que retornase el correísmo, se estaría repitiendo esta devastadora fórmula de “pan para hoy y hambre para mañana”; y es muy probable que el júbilo y la alegría se terminen cuando ya no queden más recursos no renovables que explotar y sólo quede por exprimir con impuestos a un pueblo resquebrajado y por demás más empobrecido.

Por el bien del pueblo espero, sinceramente equivocarme. Así pues, es el economista Pablo Dávalos quien, desmitifica y critica la expresión del entonces mandatario, tanto así que la usó como título para su extenso y bien elaborado artículo: “No podemos ser mendigos sentados en un saco de oro: las falacias del discurso extractivista”, en el libro “El correísmo al desnudo” publicado el año 2013, y que fue una recopilación de 23 autores y autoras y que su primera edición tuvo un tiraje de apenas 1000 ejemplares.

Un libro que todos deberíamos leer para recordar y entender mejor el meollo de las cosas de modo que no volvamos a repetir la misma desdichada historia.

Estamos a 6 meses de unas intempestivas elecciones, donde, apelando al sentido común, al amor al prójimo y al espíritu democrático que vive dentro de todos nosotros, tendremos que elegir entre un cierto número de candidatos a un nuevo binomio presidencial, y la elección, conformación y reestructuración de una nueva Asamblea.

Que esta vez, no nos cojan dormidos o desprevenidos, sino más bien, bien atentos y despiertos; que tengamos presente siempre que detrás de la violencia y el populismo solo hay desolación, miseria y muerte. Que no hay tesoro más preciado que el trabajo digno, la conciencia tranquila y poder vivir en libertad. No entreguemos al país en manos de mercaderes ni mercenarios, ni en manos de políticos corruptos de lengua suelta y de promesas baldías. Recordemos que un país no solo existe bajo un mundo neoricardiano, sino que se construye, desde sus cimientos, como un organismo vivo, de forma integral y holística, en paz y en unidad, con fe, ñeque y esperanza.

Dejemos que el cantautor Leonard Cohen, nos guíe y colabore, dándonos una pista o una pauta: “A veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quienes están del otro lado”.                  

Asambleísta Rosa Cerda

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