La cosecha de Montecristi es el Imperio del Mal

Gustavo Izurieta

Guayaquil, Ecuador

En el camino de la vida, nos encontramos con una diversidad de personas. Por un lado, están aquellas que podríamos categorizar como «feas», no por su apariencia física, sino por sus acciones y carácter. No son necesariamente malvadas, pero su comportamiento deja mucho que desear. Son los malcriados, los déspotas, los aprovechadores, los vulgares y una lista interminable de actitudes reprobables que contaminan nuestro entorno.

Sin embargo, hay una categoría aún más oscura: la de las personas genuinamente malas. Aquellos que se sumergen en la depravación, cometiendo atrocidades como el robo, la violación, el asesinato, la extorsión y otros crímenes degradantes. Y luego, lamentablemente, hay quienes son feos y malos al mismo tiempo. Una combinación altamente destructiva que (desafortunadamente) caracteriza a una parte significativa de la clase política ecuatoriana.

Estos individuos no han dudado en promover teorías colectivistas que han llevado a nuestro país al borde del abismo. Durante los últimos meses, los ecuatorianos hemos sido testigos de un escandaloso entramado de corrupción tan sórdido y profundo que eclipsa cualquier producción de ficción. Los casos Metástasis y Purga hacen que la trama de House of Cards parezca apenas un remake de “Betty La Fea”.

Realmente lo que estamos descubriendo parece ser apenas la punta del iceberg de una red de corrupción que se extiende como una plaga venenosa por todo nuestro país. La complicidad entre el crimen organizado y ciertos sectores políticos es espantosa. ¿Cómo podemos esperar que Ecuador progrese en medio de un contexto institucional tan corrupto y putrefacto?

Sin embargo, este desastre no debería sorprendernos. Lo que estamos viviendo es la cosecha amarga de la constitución de Montecristi, la cual ha priorizado la acción estatal (políticos y funcionarios) sobre la privada (ciudadanos, empresas, familias, sociedad civil), asfixiando así a los ecuatorianos que producen y permitiendo que la corrupción florezca como una maleza insidiosa.

El resultado es una economía mediocre y en decadencia, luchando bajo el peso de problemas estructurales que se arrastran desde mucho antes de la pandemia. Recordemos que las pérdidas de la pandemia no se limitaron a las vidas humanas, sino que millones de ecuatorianos ya estaban sufriendo las consecuencias de una crisis económica larga y profunda que se agudizó en octubre de 2019.

Durante la cuarentena, familias enteras y empresas se encontraron al borde del colapso, enfrentando la angustia y la desesperanza mientras la actividad económica estaba paralizada. Este contexto de desastre fue aprovechado descaradamente por el crimen organizado para expandir su influencia y consolidar su poder, transformando rápidamente al Ecuador en el imperio de los feos y los malos.

Pero no todo está perdido. Las consecuencias las deben pagar las organizaciones políticas responsables de este desastre. También es fundamental promover un nuevo modelo (federal y de gobierno limitado) para el país, a través de una nueva constitución. De lo contrario, estaremos condenados a repetir el ciclo de corrupción y miseria. Los ciudadanos decentes no podemos permitir que la corrupción y la maldad continúen dominando nuestro país. Es hora de tomar acción y reconstruir desde los cimientos un Ecuador donde la integridad y la excelencia sean los pilares de nuestra sociedad.

Quito, lunes 4 de marzo del 2024. Llegada a la Unidad de Flagrancia de Pichincha, de los detenidos en el caso Purga, relacionado con el caso Metástasis,.por la Fiscalia. Fotos: Rolando Enríquez/API

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