Isla de paz: el miedo y el peligro

Juan Diego Borbor

Guayaquil, Ecuador

La idea “isla de paz” favoreció un espejismo en medio de las fuerzas globalizadoras que hizo de Ecuador un país estratégico para el narcotráfico. Pero ser presa de imaginarios es un lujo que el Estado no puede darse y así se razona la denominada “pax narca.” Rasgado el velo, el gobierno libra una batalla decidida hace décadas mientras intenta sustentar la confianza popular en medio del peligro, al menos hasta el año que viene. Recordemos que es el pueblo el verdadero soberano y su confianza es difícil aparentar frente a la sociedad internacional, por lo que la consulta resultó importante. Una prueba de esto es el inmediato incremento de la confianza internacional tras la votación, sobre todo después del aumento del IVA.

En cualquier caso, la expresión de un pueblo es contundente, pues la autonomía que la origina es de una naturaleza decisiva. Es en la dimensión social donde el entorno es difuso y el peligro garantizó un triunfo generado por el miedo. Por eso las preguntas que no tenían que ver con esto recibieron un rechazo tan firme como los síes. Asimismo, fue necesario para el gobierno situar la crisis energética en el marco de la inseguridad, a pesar de originarse en factores estructurales tan públicos como para acuñar “la hora de Sixto.” El miedo mantiene actualmente una relación directa con el rango de acción del Ejecutivo.

Aunque condicionada externamente, la voluntad popular logra su autonomía determinando que esta crisis predomina por encima de los intereses políticos particulares. Es una reafirmación, pues ya ocasionó el cambio de administración y constituyó la elección del actual presidente. El ímpetu que demanda rudeza es el reflejo del miedo de los ecuatorianos desilusionados, que los insta a delegar su decisión democrática. Así, en medio de la opacidad, lo que se ha de entender claramente es que los soberanos ordenan a sus servidores públicos a cooperar. Esta es una condición imprescindible para tomar decisiones a largo plazo; la realidad es que no hay solución porque en todo acto se gestan consecuencias. Prometer soluciones destapa populismo y la verdadera cuestión política es la gestión. Con todo, el peligro no es un límite, sino una de las pruebas que la libertad debe superar.


Yéndonos al fondo, la razón de la vida es la superación de cualquier obstáculo, a como dé lugar, por lo que es certero que el miedo no es absoluto. Y aunque la inseguridad socio-política lo cataliza, el miedo es una cuestión esencialmente personal. Estamos adiestrados a pensar que si hay miedo es porque hay peligro, pero el miedo es fuente de todavía más peligros. Bien se ha dicho que disminuir el miedo reduce la probabilidad de las catástrofes. Que seamos meras tuercas sociales en inmensos engranajes políticos es una ilusión óptica nacida del fatalismo. El primer paso para enfrentar el peligro y disminuir el miedo es discernir qué sucede aquí y ahora. Sólo entonces se distingue lo que uno mismo es frente a lo demás y puede ejercerse la autonomía que posibilita el desarrollo, pues quien mejor puede saber lo que necesita es uno mismo. Como esta experiencia no es otorgable desde el exterior, su naturaleza social es gradual; es individual. La conquista de la libertad es una acción al nivel del corazón, única dimensión que realmente puede llegar a ser una isla de paz.

En la Cooperativa Monserrate del Guasmo Sur, tres sujetos que intentaron huir luego de asaltar a dos personas fueron aprehendidos, la tarde del 1 de marzo de 2024. Durante la operación militar uno de ellos resulto herido. En su poder se decomisó celulares que pertenecían a las víctimas. Foto difundida en X por las FFAA.

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