Challengers

Carlos José Jijón

Guayaquil, Ecuador

Si te gusta mantenerte al día con el mundo Hollywood probablemente has notado el siguiente fenómeno: cada vez que un cineasta hace algo interesante, el público no tarda en convertirlo en un ídolo. Greta Gerwig, por ejemplo, no puede hacer una película más o menos buena sin que el mundo entero se lance a sus pies. Pero, curiosamente, esto no le pasa a Luca Guadagnino. Es, sin duda, uno de los mejores directores de su generación, pero su carrera nunca ha recibido la misma clase de fijación mesiánica. No tengo idea de por qué.

Quizá puede ser porque sus películas son muy diferentes entre sí y nadie sabe qué esperar. Call Me By Your Name es un romance con temática LGBT. Suspiria es mitad alegoría política sobre la guerra fría y mitad cinta de terror sobre bailarinas. Y no tengo idea de cómo resumir Bone and All, pero definitivamente pertenece a una tercera categoría. Ahora tenemos Challengers, que es un drama deportivo que también es un romance que también es la mejor película que he visto en todo el año

Me siento mal por las personas encargadas de promover esta cinta. “Del director de de dos películas de terror que nadie vio llega un largometraje con una estrella de cine y otras dos personas que nadie conoce” no es el mejor concepto para atraer a una audiencia masiva. Y de verdad admiro lo desvergonzados que fueron los adelantos publicitarios, que presentaron el filme como una mezcla entre una historia de deportes sobre una tenista lidiando con una lesión y una película erótica cuando eso no tiene nada que ver con lo que ves en pantalla. 

En realidad, Challengers es un drama sobre la rivalidad deportiva entre dos tenistas: Patrick Zweig (Josh O’Connor) y Art Donaldson (Mike Faist). Están en un torneo para jugadores emergentes que, en teoría, no debería ser demasiado emocionante. Pero todo se vuelve mucho más dramático cuando empezamos a conocer más sobre nuestros personajes, sus vidas, sus carreras y sus relaciones personales. Resulta que solían ser amigos y compañeros de dobles antes de distanciarse. Empiezan a surgir preguntas. ¿Quién es mejor tenista? ¿Qué pasó entre ambos? Y más importantemente, ¿cómo se relaciona la misteriosa mujer mirando el partido con todo esto?

Hay algo que debería dejar claro al principio. Esta no es una película sobria. Hay muchos gritos, mucho sexo y muchas discusiones. También tenemos varios momentos en los que los personajes dicen cosas en voz alta que probablemente no dirían en voz alta en la vida real. La historia puede ser bastante inverosímil. Es una suerte que nuestros tres personajes principales siguen encontrándose de casualidad, porque sino no tendríamos una trama. Y aunque la cinta es larga, pasamos la mayor parte del tiempo siguiendo tan solo a tres personas que parecen interactuar casi exclusivamente entre ellos mismos. ¿Acaso no hay nadie más en este universo ficticio? 

Pero no dejes que nada de eso te distraiga del hecho de que esta película está increíblemente bien hecha. Guadagnino tiene un talento espectacular para dirigir actores. Cada gesto de los personajes, cada risa, cada pequeño movimiento, todo se siente auténtico. En sus mejores momentos, se siente natural, como ver a alguien a través de una ventana. Y lo mejor es que siempre va acompañado de una cinematografía creativa y emocionante. Cada partido de tenis, por ejemplo, está filmado de una forma única para acentuar una emoción diferente. Y hasta las escenas de diálogo están filmadas de formas dinámicas, llenas de tomas largas que nos llevan de un momento íntimo a una discusión a una persona haciendo ejercicio y todo siempre está perfectamente ejecutado y coreografiado. Eso más la extraña decisión de llenar la banda sonora de música electrónica hace que esta sea una de las películas más estéticamente emocionantes que haya visto en muchos años y un punto altísimo en la carrera del director.

Me recuerda bastante a Carrie de Brian de Palma, que también se vale del estilo visual para tomar una historia sencilla (y no necesariamente memorable) y convertirla en una obra maestra. 

La trama es bastante sólida en general, pero solo fue al final de la película que me di cuenta de lo excelente que es. El acto final es sorprendentemente sutil e inteligente. Los últimos minutos toman todo lo que la película te ha mostrado acerca de los personajes y crean una conclusión satisfactoria e impredecible. También debería mencionar que en estos últimos momentos el cinematógrafo pierde la cabeza y tenemos momentos visuales alucinantes que nunca esperé ver en una película. Todavía no puedo dejar de pensar en ese final. Y no se me ocurre una recomendación más efusiva que esa; han pasado semanas desde que la vi y todavía no puedo dejar de pensar en el final de la película sobre los tenistas sexis. (O)

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