Guayaquil, Ecuador
La pobreza no es producto de recursos naturales insuficientes, ni de un territorio nacional reducido, ni de altos niveles de analfabetismo o falta de preparación técnica. Tampoco es causada por la presencia de compañías multinacionales o por la desigualdad. La avaricia y la especulación tampoco son las culpables. Ni es el resultado de que los gobiernos no estén redistribuyendo el dinero de forma más eficiente. Menos aún, es que los países ricos consumen demasiado y nosotros muy poco.
Nuestro país no es pobre porque sea ineficiente, insolvente y mantenga altos niveles de corrupción, así como no es cierto que los países ricos lo sean por vender productos de alto valor agregado mientras nosotros vendemos materias primas. Mejorar algunos de estos factores podría tal vez aliviar en algo la situación, pero en algunos casos incluso la pueden empeorar. La verdad es que la solución a la pobreza no se resuelve empleando más burocracia, redistribuyendo la tierra, condonando deudas, con donaciones del Banco Mundial o con más sacrificios financieros de parte de todos los ecuatorianos.
Las causas de la pobreza son otras. Primero, es importante que empecemos a dejar de lado las causas falsas y nos centremos en aquellas causas fundamentales del retraso económico del Ecuador para poder superarlas, como la idea de que el gobierno debe intervenir en cada aspecto de nuestra vida para mejorar la situación.
Lo que nuestro país necesita es un estado de derecho fuerte, que signifique independencia y respeto a las diferentes funciones del Estado, con un sistema jurídico que proteja la propiedad privada de las personas. También debemos seguir abriéndonos al libre comercio, que da incentivos para mejorar, premia la innovación, desplaza la ineficiencia y produce precios más bajos por la competencia de mercado.
Los ecuatorianos también enfrentamos una alta carga impositiva del gobierno, que reduce los incentivos para trabajar e invertir. La solución para nuestro país no es más, sino menos impuestos, que atraigan la inversión privada y generen puestos de trabajo.
Debemos dejar de lado la intervención de precios de cualquier tipo. Lo ideal en una economía es que exista flexibilidad para que puedan ajustarse en base a las cambiantes situaciones. Y finalmente, necesitamos estabilidad monetaria, una moneda sana, no controlada por los políticos o por un banco central irresponsable.
Si los ecuatorianos queremos gozar de los beneficios del progreso económico tan pronto como sea posible, debemos dejar de esperar que los políticos resuelvan el problema y empezar a exigir más libertad económica, que promueve el trabajo, el ahorro, la cooperación y la iniciativa propia.