Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017, visita Ecuador

Cecilia Ansaldo y Sergio Rodríguez. Foto la republica.ec

Samborondón.- El escritor, periodista y abogado Sergio Ramírez, (Nicaragua, 1942) ganador del Premio Cervantes (España, 2017) visitó Guayaquil  invitado por la organización de la Feria del Libro de Guayaquil y la Empresa Pública de Turismo Municipal.

El alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, le hizo entrega de las llaves de la ciudad.  A fines de la tarde, el lauredo escritor participó en un conversatorio  con la catedrática y crítica literaria Cecilia Ansaldo en la Librería Española de Ríocentro Entreríos.

Durante el encuentro, el escritor manifestó que «si uno se dedica a escribir para ganar premios, pues, la escritura es la que sufre. La escritura se va volviendo liviana o se va volviendo acomodaticia, pensando que si uno escribe de determinada manera se puede ganar determinado premio. Entonces la regla de oro en estos casos es disfrutar de los premios cuando uno los gana, porque sería hipócrita decir que,  no me gustan los premios, ¿a quién no le gustan los premios?, pero no trabajar en función de ganarse los premios, sino recibirlos nada más como un estímulo… bueno, el Premio Cervantes es el máximo que uno puede ganar en la lengua española, pero eso no me marca a mi un alto en el camino. Yo me digo `Bueno, ya es suficiente, no, para la escritura no hay edad de retiro, no llega un momento enq ue a la escritura le alcanza la tercera edad, ´bueno, yo ahora voy a dedicarme a cuidar bonsais, voy a a cultivar mi jardín, no, la escritura es para siempre, cuando uno está comprometido con la escritura hasta el último día, mientras tenga ganas, mientras tenga la energía, tenga la lucidez y tenga la necesidad de seguir escribiendo, porque yo, por lo menos, escribo por necesidad, la primera vez que me senté a escribir un cuento yo sabía que yo sentía esa necesidad profunda, y esto yo la identifiqué muy bien cuando yo leí una entrevista con un gran escritor judio  Isaac Bashevis Singer quien hablaba sobre la «necesidad impostergable de contar a los demás lo que uno siente y que los demás deben saber«. Uno tiene que estar convencido de que sólo uno puede contar esa historia, y uno no puede vivir si no lo hace.

Sergio Ramírez firma autógrafos en Librería Española de Riocentro Entreríos. foto larepublica.ec

Cecilia: Tú que andas por el mundo, ¿cómo ha sido tu relación con otros lectores? ¿Qué supondrá leer a Sergio Ramírez en otras lenguas?, me pregunto.

Sergio: Yo he tenido en mis manos libros míos en los que no he podido leer ni mi nombre. Los libros en japonés, en chino, en hebrero, sólo sé que en esos libros se debe leer de atrás para adelante, la portada del libro está como nosotros vemos la contratapa. El libro, en lugar de leerse de izquierda a derecha, se lee de derecha a izquierda. Obviamente uno escribe para que otros lo lean, yo cuando me siento a escribir frente a la página en blanco que es la pantalla del computador, pienso en un lector individual,  y ese lector para mí siempre es exigente, es un lector que está muy atento, que no me va a dejar pasar una, que si cometo un error lo va a notar, que si yo cometo una incongruencia se va a dar cuenta,  entonces en la medida en que yo cometa un mayor número de errores, de incongruencias, este lector se va a decepcionar de mí,  es un lector que no piensa que yo soy un escritor perfecto, no hay nada perfecto. El escritor mexicano Augusto Monterroso, gran cuentista, decía que cuando cree que ha alcanzado una página absolutamente perfecta, hay que agregarle ahí algún error, para que el lector piense que «uno también es humano».

Cecilia: Ya es hora de que empecemos a tratar preguntas específicas sobre tus obras. Específicamente sobre tu penúltima novela, «Sara», de la que solamente el nombre nos manda al Antiguo Testamento, por lo tanto nos manda a un fuente de venerable antigüedad, y a base de un personaje bíblico se construye una mujer de  niveles humanos sobresalientes, extraordinarios, mi primera pregunta sobre «Sara» es si no te pesó demasiado la venerable procedencia del personaje y de su circunstancia como para crear este perfil de mujer fuerte, del todo humorista, a veces irreverente.

Sergio: Obviamente yo tuve esa preocupación, el Padre Abraham es un padre para varias religiones, para la religión islámica. Para mí la tentación de utilizar a Sara para un personaje, era como irresistible. Yo dije quiero escribir un libro sobre un personaje auténtico. Yo empecé a revisar la Biblia buscando sobre Sara, sobre ella se dicen cosas, pero pocas. Ella no era una mujer cualquiera, era una mujer inteligente, era una mujer de criterio, una mujer que sabía lo que estaba ocurriendo y que quería participar. Cuando ella ve que el marido cae de rodillas oyendo una voz que ella no oye, cuando alguien le habla en sueños al marido, alguien má poderoso, ella quiere saber quién es, de qué se trata y ella quiere que le hablen a ella también.

La novela para mí es la necesidad que ella siente de ser partícipe en esto que la está arrastrando, a ella se le dice una y otra vez que va a tener un hijo y van pasando los años y no se cumple y ella quiere saber. Y ahí algo que a mí me extrañó muchísimo y es que cuando al fin ella logra tener a su hijo, el hijo crece y el padre lo lleva a sacrificarlo y ella no dice nada. Y eso no es normal, que una madre le digan que vamos a meterle cuchillo a su hijo, que va a ser una víctima sacrificial y ella no diga nada. Tiene que haber dicho algo, tiene que haberse opuesto. Leí en una entrevista a un escritor judío contemporáneo que decía Dios fue inteligente al no pedirle el niño a la madre, sino al padre, porque sabía que la madre le iba a decir que no.

De izq. a der.: Carlos Ycaza E., Raúl Vallejo, Lola Márquez, María Rosa Jurado, Clara Medina.

Quizas, cuando yo digo que está este hombre que vende pichones que él mismo vomita, esto es un asunto que podría resultar más bien teológico, que es algo que yo no querría meterme, porque ese el momento en que la figura de Dios en determinado momento de la historia, contiene el bien y el mal. El mal se separa, pasa a integrarse en un personaje diferente que todos conocemos. Entonces ese personaje ya aparece allí, ya no es feliz vendiendo pichones, sigue siendo agente de Dios, pero está un poco al margen, pero que ya comienza a tener su propia voluntad, es el mismo, personaje del Libro de Job.

El libro de Job, comienza con una escena muy atractiva, el que vomita pichones, el que será el diablo en un futuro, había ido a dar una vuelta por el mundo y llega a reportarse delante de Dios, y el señor le pregunta ¿qué tal te fue en la vuelta, cómo está mi siervo Job?  y el diablo le dice: «bien, bien, pero a ese tú no lo has probado. Pruébalo y ya vas a ver si sigue siendo el mismo». Y Dios lo autoriza a someterlo a prueba, y le caen todas las desgracias más grandes que le puedan ocurrir, le destruye la hacienda, le mata a los hijos, y el hombre sigue fiel, vuelve el diablo y le pregunta Dios, «¿qué fue Job?, el diablo le dice «sigue fiel pero porque no lo has tocado a él. Tócalo a él a ver si sigue siendo fiel», y ahí le cae la peste y se pasa rascando con una teja el pobre hombre… entonces este personaje para mí representa eso. 

Cecilia: Esto me recuerda la voz narrativa, la voz que se pasea, que anula a veces el tiempo, que hace una sábana tendida donde no hay pasado, presente, ni futuro, que sabe lo que va a venir en el futuro, pero que tiene una peculiaridad absurdamente contrastante con los narradores de la biblia: e tú consigues narrar la historia seria con humor. Sara entre sus expresiones de singularizad, de rebeldía, espera un hijo al que le va a poner Isaac, que es el que hará reir. Por lo tanto, encuadras a esta abuela con su resonancia bíblica con el arte del humor. ¿Cómo hicistes eso?

Sergio: ¡Qué hace falta! ¿no? En esas historias tenemos un dios absolutamente severo, intrasigente que sanciona, castiga cuando no le hacen caso, muy patriarcal,  y en el Nuevo Testamento va a ser completamente diferente. Por eso Dios se hace hombre, va a perdonar pecados, va a hacer una justicia, pero a través del amor. Y yo creo que Jesucristo tenía sentido del humor.

(F)

mrjc

 

 

 

 

Más relacionadas