Oprah, el último show de una reina

¿Cómo se despide una reina? Como protagonista absoluta. ¿Qué absoluta? ¡Única! A pesar de los muchísimos famosos que acudieron a la gala de despedida de la decana de las tardes televisivas de Estados Unidos, para su último programa en antena, Oprah decidió que era bueno que la reina estuviera sola. Y así fue. Vestida de rosa palo, ante un único sillón, Oprah habló y se despidió. No hubo nada más en el programa, más que recuerdos: breves fragmentos de emisiones pasadas. Tenía de dónde elegir: 4.561 episodios de 25 años de reinado. Eligió sus momentos favoritos, lloró y dijo adiós. Una despedida sobria, para un reinado que en su cima logró 62 millones de súbditos.

A lo largo de la emisión de ayer no se sabía muy bien si duraban más las pausas publicitarias o el programa en sí mismo, pues Oprah tuvo a bien que las empresas anunciantes cupieran todas en su despedida. Aquello dejó la despedida de la reina en una serie de breves monólogos con guiños constantes a su pasado. Oprah de bebé, en Misisipi. Oprah violada por su tío y su primo. Oprah reconciliada con su madre. Oprah marginada por la segregación. Oprah en el colegio. Oprah como reportera de televisión. Oprah en su primer programa. Oprah triunfante y Oprah reinante.

A los diez minutos de acabar su programa, Oprah tuvo a bien llorar. Lo hizo, no sin algo de esfuerzo, al recordar, claro, su infancia: «Quién me iba a decir a mí, nacida en Misisipí en 1954, que estudié en una escuela segregada, que iba a llegar aquí… Una niña pequeña y solitaria, que no recibía mucho amor a pesar de que su familia hizo lo que pudo. A mí, que encontré la amabilidad y el afecto genuinos en vosotros, que sois millones. No supe lo que el amor verdadero era hasta que os encontré, a mi programa y a vosotros».

Preocupada por su nueva cadena

Y Oprah, con lágrimas, fue en ese instante cada mujer que dejó atrás la miseria para triunfar. Por última vez, volvió para ser millones. Con esa capacidad innata que ha tenido durante años para mirar a una cámara al objetivo y fingir que trasciende cátodos y pantallas y señales y cables para mirar a sus espectadores a los ojos, dijo, sin sonrojarse: «Para mantenernos en contacto, os doy mi correo, que es oprah@oprah.com. Es fácil de recordar. Y cualquier correo que os llegue de allí, será mío personal».

Y es que, claro, Oprah necesita vías de publicidad y debe seguir manteniendo su multimillonaria empresa. Nombró abundantemente su nueva cadena, The Oprah Winfrey Network, que ha tenido unos comienzos no tan buenos como la reina esperaba. Ese canal tiene un 10% menos de audiencia que aquel al que sustituyó en su frecuencia. Y no es que el otro canal fuera un fuera imbatible: era Discovery Health, una emisora de salud. Ahora, el nuevo canal de Oprah no pasa de los 435.000 espectadores, algo que a la reina le preocupa.

Aún no ha anunciado la reina si en su retiro tendrá a bien regresar ocasionalmente para presentar programas especiales en su cadena. Pero ayer no era el momento de despejar dudas. Era el momento de abandonar el maravilloso mundo de Oz, el de los millones de espectadores. «Os agradezco que me hayáis acompañado en este gran camino de baldosas amarillas, lleno de bendiciones», dijo. «No voy a decir adiós, sólo voy a decir hasta la vista. Y que la gloria esté con dios». Y desapareció, por aquella célebre puerta por la que pasaron tantos entrevistados, de Michael Jackson a Barack Obama, una puerta que hizo soñar, y muchas veces llorar, a toda una generación.

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