El jogo bonito

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

En este mundo de locos, en el que ya no se sabe quiénes son los malos y quiénes los buenos, sería mejor aplicar las pausas que recomienda José Mujica, en vez de pisar el acelerador a un supuesto desarrollo que nos está trayendo malas noticias.

Mujica detesta el consumismo desmedido, las apariencias de grandeza basadas en tener plata. El uruguayo recomienda tomarse tiempo para las cosas pequeñas del día a día y no gastarse la vida en pagar las tarjetas de crédito. No solo habla, pues él es un ejemplo, en los hechos, de lo que predica.

Las protestas que ocurren en este momento en Brasil, deben ser leídas atentamente por aquellos que tienen en las cifras a sus mejores aliadas para demostrarse a sí mismos y los demás, que sus políticas han sido las eficaces y que todas las anteriores resultaron una basura. ¿De qué se queja Brasil, que ha tenido dos presidentes que resultan los modelos a seguir por los demás, no solo en esta región, sino en gran parte del mundo? ¿Quién entiende a estos brasileños que ahora tienen acceso a servicios básicos a los que antes no accedían? ¿Cómo así se atreven a rechazar ser la sede del evento más importante del mundo, como es el mundial de fútbol?

Los brasileños se quejan porque se vende una imagen al exterior de que ya están en el primer mundo, pero ellos, casa adentro, no se han enterado. Los que tiran piedras y se enfrentan a la Policía lo hacen porque les subieron los pasajes de buses, que ya tienen el costo de los europeos, pero el servicio que prestan es diez veces peor. Los brasileños parece que se cansaron de las dádivas que consisten en que el Estado les regale cualquier cosa, y han comenzado a exigir calidad en lo que reciben. Y oportunidades, que por lo que se ve, la mayoría no las tiene para salir de esa condición de pedigüeño y recuperar su dignidad. Todo eso, mientras se gastan miles de millones de dólares para quedar como un buen anfitrión de la FIFA.

En la supuesta bonanza económica que vive América Latina, la evaluación cuantitativa debe dar paso a las exigencias cualitativas. Si ya superamos la etapa en la que existían personas que no eran tomadas en cuenta por el Estado ni siquiera para cuadrar las cifras, el segundo paso, el más importante, es que esas personas dejen la categoría de subsidiados y pasen a ser productivos, que no quiere decir que hagan plata, por si acaso. Significa que tengan la capacidad de acercarse a lo que quisieron ser en la vida, sea esto pintar sueños en los cuadros, correr en las Olimpiadas o inventar nuevas aplicaciones para los Smartphones.

Suena bonito. Suena sencillo. Pero es el gran reto de toda la región, no solo de Brasil. Se hace con educación, pero de la buena. Se continúa con seguimiento de esos chicos educados. Se concreta dándoles la mejor opción para que desarrollen sus ideas, dentro de una sociedad que debe estar preparada para recibir lo nuevo con entusiasmo, dejando al pasado pisado, en los libros de historia, porque tanto rencor pesa, estorba, hace mal.

El juego bonito de Brasil no basta, nunca bastó. Así ganen el mundial del próximo año.

* El texto de Marlon Puertas ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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