¿Puede el narcotráfico vencernos?

El narcotráfico puede vencernos; es más, probablemente ya está a punto de hacerlo, o, lo que es peor, quizás ya nos ha vencido sin que tengamos conciencia de ello. En cualquiera de estos escenarios, lo cierto es que la única salida que tenemos para librarnos de este azote es la institucionalización del país. La institucionalidad de una sociedad es la mejor garantía de su sobrevivencia. Es a través de sus instituciones que las sociedades evitan su disolución. Hay una sólida evidencia empírica de que las naciones que gozan de un desarrollo económico y social sostenido son aquellas que tienen instituciones sólidas. Factores como sus recursos naturales, posición geográfica e historia son importantes, ciertamente. Pero no son suficientes. Lo que explica el éxito de naciones tan diferentes como los Estados Unidos, Chile, Corea del Sur, Uruguay, Australia, Alemania, Singapur o Japón es la solidez de sus instituciones. Desarrollo económico y social que les permite a estas naciones no ser devoradas por la delincuencia organizada.

El respeto –no la sumisión– a la ley por parte de los ciudadanos, especialmente por sus autoridades, y la confianza pública de que sus trasgresores serán sancionados. La previsibilidad que tienen los ciudadanos de que sus instituciones y autoridades van a aplicar la ley por igual a todos, que no van a contradecirse diciendo hoy lo opuesto a lo que dijeron ayer o sorprenderlos con nuevas interpretaciones o leguleyadas. La convicción de que los poderes públicos actuarán inspirados por la buena fe, respetando las legítimas expectativas de los particulares, y que no abusarán del poder, ni incurrirán en mentiras. La aceptación e interiorización por parte de los líderes de la sociedad de un conjunto de reglas no escritas de comportamiento social que garanticen, más allá de lo que la ley diga, el acatamiento a la división de poderes, la tolerancia frente a opiniones diferentes, el decoro en el ejercicio de la autoridad, la racionalidad del debate público y la civilidad del discurso político.

Nada de eso tenemos en el Ecuador. Para comenzar, un país con un mínimo de institucionalidad no habría tenido un régimen como el correísmo que logró ubicar al Ecuador entre los países más corruptos del mundo. En una nación institucionalizada, el capo di tuti capi y toda su camarilla ya estarían enjuiciados y detenidos, y sus bienes congelados. ¿Cómo no va a prosperar el narcotráfico en una sociedad que no da importancia al imperio de la ley, donde, con pocas excepciones, a las élites económicas y políticas no les interesa la ética y el futuro del país, sino la acumulación de riqueza y de poder, y donde la gran mayoría de la población se ha acostumbrado a vivir del facilismo?

Mientras todo este estado de cosas siga, mientras no tengamos instituciones, mientras sigan reinando la sapada, el abuso y el padrinazgo, donde los atracadores de los fondos públicos sigan impunes, sin ser sancionados legal y socialmente, los narcotraficantes nos arrastrarán y terminarán siendo los dueños de nuestras vidas y futuro. (O)

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