
La mesa es la clave
Bernardo Tobar
Quito, Ecuador
Las ciudades que progresan -según la acepción más común de tal término- parecen condenadas al atasco. Cada vez se dedican más horas a pagar las facturas asociadas al bienestar, cuyos acreedores más importantes son el Estado y la banca, a través de impuestos e hipotecas, dedicación que vuelve fugaces los momentos personales. Porque las necesidades parecen crecer y sofisticarse por encima de los salarios, el margen de ahorro crece simbólicamente, y el gran salto hacia la clase media no se traduce tanto en reservas cuanto en mejores marcas, visitas más frecuentes a los shopping malls, la cuota del carro, vacaciones en familia y, sobre todo, la fascinación de estar conectado a las redes sociales, el rebaño digital de Jaron Lanier.