Opinión

Con nuestro corazón en Yambo

Por Carlos Jijón

Debo haber tenido unos veinticuatro años la primera vez que vi a Luz Elena Arismendi, en la redacción de la revista Vistazo, a fines o a mediados de 1988. Yo era reportero, y había entrado a la oficina de Mariana Neira, que era la editora en Quito, cuando encontré a esa mujer, alta y delgada, que contaba, a grandes voces, una historia increíble. Sus hijos habían desaparecido. Decía que habían sido capturados por la policía, confundiéndolos con terroristas, y que ahora negaban que los hubieran detenido. Había ido sola, hablaba desesperada, y a ratos se levantaba y clamaba: “Vivos se los llevaron! Vivos quiero que me los devuelvan!”.

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