Opinión

Llueve sobre Santiago

Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

El golpe militar del 11 de septiembre rompió con la democracia de Chile. Si se vuelve a ver el documental de Patricio Guzmán, La batalla de Chile, el Gobierno de Allende pese a todas las críticas que puedan hacérsele y a las divergencias políticas, se mantuvo hasta el final en el punto cero de la democracia. Nunca compró congresistas para estabilizar su precario porcentaje en las cámaras ni amenazó a los opositores en su seguridad física con hordas enardecidas. Tampoco se le ocurrió poner trabas a la importación de papel para silenciar a El Mercurio y demás periódicos radicalmente opuestos. Y no persiguió ni cerró a estos medios que solo tuvieron un contrapunto en un contrincante de su mismo nivel, no la fuerza del estado, en periódicos como El Siglo que era leído masivamente, hasta que fue tomado a las cuatro de la mañana del 11 de septiembre. Muy seguramente Salvador Allende no hubiese aceptado nunca las lecciones prácticas de ejercicio del poder que hoy se administran en países latinoamericanos. Por eso, Michele Bachelet pudo decir el sábado pasado en Santiago que «la amnesia y la negación no curan las heridas» y que un país que oculta su historia, «bajo la alfombra se arriesga a tropezar una y otra vez».

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