La revancha de Alvarito

Por Marlon Puertas

Así es el fútbol. Los favoritos a veces pierden, los malos por chiripa ganan, los autogoles son decisivos. En el partido de la elección del presidente de Barcelona, ganó el sobrino de Alvarito, imponiéndose con claridad sobre el enviado de Rafael. Una revancha, chiquita, pero importante tratándose del contendor y lo que estaba en juego. No es poca la presidencia del Barcelona, por eso se la pelean. Por eso se arman planes, por eso se meten políticos a los clubes con disfraces de hinchas desinteresados, pero cuya única intención es aprovecharse aún más de una camiseta gloriosa que no merece el presente que se carga.

Ganó el sobrino de Alvarito, y miren ustedes, en esta ocasión y aunque parezca un chiste, representaban la candidatura débil. Sí, porque la plata de los Noboa es nada contra el poder que va acumulando Rafael. Hagamos un pequeño inventario: gobierno, asamblea, contraloría, procuraduría, fiscalía, corte constitucional, municipios, prefecturas, quinto poder, cortes de justicia, medios de comunicación, militares, escuelas, colegios, universidades, cantantes, artistas, Emelec y El Cholito. Es obvio que me quedo corto porque la lista es mucho más larga. Pues en esa lista incluyeron a Barcelona. Y yo, pesimista que soy, hasta llegué a pensar que también se lo engullirían.

El proyecto es totalitario y de tan ambicioso, asusta. No quieren dejar nada suelto, no quieren que ninguna acción esté libre de su control. Que si los hinchas gritan un gol, quieren que los hinchas se los agradezcan a ellos, porque rescataron al equipo.
Me equivoqué y tampoco es que estoy saltando en una pata de felicidad como lo hicieron los millonarios ganadores. Porque nunca me ha cuadrado que una dirigencia deportiva mezcle sus intereses particulares de hacerse los simpáticos y populares atados a los resultados que los muchachos a punta de sudor y patadas conseguían en la cancha. No es sano, no es justo. Razón tienen aquellos hinchas como yo que reclaman porque antes no se impugnó cuando los socialcristianos hicieron de nuestro Barcelona una feria. Tampoco se escuchó nada cuando, en el colmo del irrespeto a una institución que lo merece, Abdalá Bucaram asumió la presidencia y se puso a hacer cascaritas cuando era al país al que debía dedicar su tiempo. Fue el colmo, y como una especie de maldición gitana, desde entonces no hemos ganado nada. Van catorce años.

El problema es que a la dirigencia de Barcelona ya no llegan quienes quieren al equipo. Llegan empresarios, llegan políticos, llegan improvisados, llegan emelecsistas camuflados, llegan de todo. Menos gente que realmente haya crecido sufriendo cada mal resultado o llorando de alegría por viejas hazañas. Por ahora, a Rafael no le salió la jugada. Pero atentos a su contragolpe, porque es famoso por no saber perder.