La obra ‘Sequía y lluvia’, de la vietnamita Ea Sola, roza la obra maestra

El País / Ya en la edición de 2010 la danza entró con fuerza en el Festival de Teatro de Nápoles y en esta de 2011 adquiere carta de asentamiento o naturaleza con unas perspectivas de crecimiento para las ediciones de 2012 y sucesivas, manifestadas claramente por su nuevo director, Luca de Fusco, un hombre de teatro que no ve divisiones entre los géneros sino muy al contrario, entiende globalmente las manifestaciones de las artes escénicas contaminándose mutuamente. Esa retroalimentación expresa y dinámica da la movilidad misma de las creaciones. Ya algo se entreve este año, y sobre esta línea, serán comisionadas las nuevas aventuras, por llamarlas poéticamente, las producciones que se verán en Nápoles en primicia a partir del año que viene. De Fusco habla entusiasta de un Festival de los Tres Castillos, aludiendo a los monumentos de Nápoles donde habrá grandes escenarios para la danza.

Ayer mismo en el coqueto Teatro San Ferdinando (un escenario mil veces restaurado pero perviviente desde el siglo XVIII en el Nápoles más vernáculo) la coreógrafa vietnamita Ea Sola presentó la primicia del estreno mundial de su imponente y magistral obra Sequía y lluvia [el original en francés: Sécheresse et pluie]. Ea Sola desde hace años vive en Francia, pero está tan ligada a sus raíces, a su tierra asiática y a su arte, que la distancia se vive en su material coréutico como un lamento trasladado a su parte artística y medular.

La parte de danza del Festival de Nápoles, para ser cronológicos, la había abierto el laboratorioLes Danseurs Napolitains, dirigidos por Ismael Ivo con una nueva obra que cubría la primera parte de la velada: Sacrificium, Victims of Musical Sensuality inspirada en los castratinapolitanos y sus turbulentas y muy mitificadas historias y biografías; el programa se completó con la versión de La consagración de la primavera (Stravinski) ya vista en el Teatro Grande de Pompeya en 2010. La plantilla de jóvenes bailarines apunta maneras y energía, eso no se puede dudar, otra cosa es la creación de Ivo, muy edulcorada y pretendidamente didáctica. La Consagración es la misma de fulgurantes efectos del año pasado, menos mágica por ya vista, pero muy aplaudida por un público mayoritariamente joven. Sacrificium usa el disco exitoso homónimo de Cecilia Bartoli recreando, a su muy particular manera, las arias históricas (Porpora, Farinelli, Caldara) y se completaba con la grabación en cilindro de cera de Alessandro Moreschi (Monte Compatri 1858 – Roma, 1922), el que se tiene como el último castrato, que vivió bastante tiempo tras los muros vaticanos. Moreschi, que fue llamado «El Angel de Roma», con su canto lánguido, misterioso y distante, sigue siendo piedra de tropiezo y grandes polémicas formales (no hay mas que consultar el sapiente artículo de John Rosselli en el Diccionario Grove).

Ya en el siglo XIX los cantantes castrados declinaban y solo encontraban respaldo y vida decente (en una manera de sobrevivir dignamente) dentro del Coro Pontificio de la Capilla Sixtina. Allí perteneció y vivió entre 1883 y 1913 Moreschi, que a la luz contemporánea, no se libra de críticas. Las dos sesiones de grabación muy a principios de siglo las hizo la Gramophon & Typewriter Company cuando ya era una realidad la inminente sustitución de los evirados por niños en los coros pontificios. Ya en el siglo XXI, pura mitología con trazas reales, el disco se sigue vendiendo con el calificativo ciertamente útil como promoción de El último castrado. Y esto se deja oír en la coreografía de Ivo, que se acerca bastante riesgo a dos obras precedentes con el mismo tema. Tanto Maurice Bejart como Nacho Duato han hecho obras de danza sobre loscastrati. Bejart, que fue quien mas se acercó a un producto exquisito, usó la voz del griego Aris Christophelis (otro ángel vocal sin castrar). Y en los tres ballets está la palangana ritual, aquí usada de una manera convencional y poco imaginativa. Por momentos Sacrificium se parece muchísimo a Castrati de Duato, pero la obra del valenciano al menos respiraba un cierto misterio. La ventaja de Ismael Ivo era que la suya se representó anteayer en el Real Albergo dei Poveri, en el Patio Cuadrado del Palazzo Fuga, gigantesca construcción nunca terminada que encargó Carlos III de Borbón a Ferdinando Fuga con la idea de contener desde hospicios a refugios de indigentes. Ahora está en reconstrucción, será un centro cultural majestuoso, pero se estima en 20 años la conclusión de las obras. El caso es que en el siglo XVIII allí se llevaban a los castrati, que tenían su ala privada en una de las grandes naves de cañón. El Real Albergo dei Poveri llegará a disponer de hasta tres teatros alternos y ya funcionan dos al aire libre en sus claustros de arcos gigantescos.

 

Pero hasta ahora, la palma y el reconocimiento a sus múltiples calidades se la lleva la vietnamita Ea Sola. Sequía y lluvia está toda habitada por una poesía donde no hay lugar a excesos. Hay una comunicación biológica casi, de latente organicidad entre los elementos escénicos, la música en vivo con instrumentos y las voces tradicionales. Es ejemplar como esta mujer tenaz, menuda y silenciosa con cuatro gasas pintadas, unas siluetas de cartón y 11 mujeres no profesionales de entre 55 y 80 años ha compuesto este fresco sobre una temática en la que gira obsesivamente su corpus creativo desde los años noventa del siglo pasado: la memoria, el dolor colectivo frente al dolor individualizado, las huellas de la guerra, los muertos. Con textos cantados del poeta Nguyen Duy y un fuerte efecto de la percusión, el drama está servido sin aspavientos y con un rigor espacial que corta el aliento. Es una belleza transparente y serena que no elude lo trágico, un ceremonial a veces solista y otras veces de grupo donde los mínimos gestos tienen un gran peso expositivo y formal. Brevedad, ligereza, tensión resuelta sobre la quietud del cuerpo cuando estas 11 mujeres avanzan con las fotos de sus muertos en la mano bañadas por una lacerante luz blanca, una solemnidad contenida y a la vez furiosa donde resalta la idea de que, muy a nuestro pesar, somos nuestros antepasados.

Coproducida por Nápoles (Ea Sola llegó aquí a principios de junio y ha fraguado la creación empapándose de la realidad napolitana), el festival de Edimburgo y el teatro Sadler’s Wells de Londres, Sequía y lluvia tendrá un largo recorrido y debe ser atendido como una obra mayor. Ea Sola tiene como referente a Pina Bauch, pero se cuida de no imitarla. Al verla, uno siente que está ante otra grande.

 

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