Gadafi, el difunto

Por Andrés López Rivera

“De mortuis nil nisi bonum” reza el proverbio. De los muertos no se ha de decir nada a menos que sea bueno. El epigrama es atribuido a Quilón de Esparta, uno de los Siete Sabios de Grecia. Lastimosamente, el filósofo espartano nunca precisó si la deferencia debida a los muertos excluye o no a los líderes sanguinarios. Es que las sentencias breves no dan lugar a la escrupulosidad, lo que prima entonces es la generalidad. No obstante, la inserción arbitraria de excepciones sería una falta de respeto a uno de los más grandes sabios de la antigüedad. Por ende, se ha de respetar su voluntad, al menos en el presente artículo.

El obituario de esta semana lleva inscrito el nombre de Muamar Gadafi, “Hermano Líder y Guía de la Revolución”. Las circunstancias de su muerte son inciertas. ¿Capturado muerto o en vida? ¿Herido de muerte o premeditadamente asesinado? Y, de ser este el caso ¿Fue una mano libia o una mano holandesa por ejemplo, la que jaló el gatillo? Todo queda por elucidar. Por ahora, no queda sino conformarse con el hecho en bruto: Gadafi ha fallecido. Pero no ha fallecido de cualquier manera, ha fallecido a su manera.

En efecto, meses atrás había declarado que prefiere morir como un mártir antes que renunciar. Su voluntad ha sido respetada. El martirio no se puede obtener al cabo de una sentencia emitida por una corte internacional, pero sí en virtud de un asesinato sin reparos, por la misma razón que un mito no se construye alrededor de un juicio por crímenes de lesa humanidad, pero sí en virtud de un balazo en el pecho.

Sin embargo, existe un detalle que no favorece en absoluto la eventual construcción gadafista de un mito. El autodesignado guía de la revolución parece no haber previsto que su cuerpo convertido en un guiñapo sanguinolento sería obscenamente exhibido a la prensa internacional o probablemente imaginó que la estética lo acompañaría incluso en su lecho de muerte como se dio con el Che, tendido en el lavadero del hospital Nuestro Señor de Malta, en Vallegrande, como un Cristo bajado de la cruz.

Sin estética no hay mito. A los que se apresuraron a tomar fotografías de primera mano probablemente les urgía informar al mundo sobre la muerte de Gadafi, sin saber que limitaban las posibilidades de su mitificación en el acto. En cuanto a los que enarbolaban su revólver dorado, probablemente estaban conscientes de lo que provocaban. En todo caso, lo mínimo que se puede decir es que la suerte no lo acompañó hasta las últimas consecuencias.

Detrás de él quedan las esquirlas de una nación y un signo de pregunta que conlleva lo acontecido y lo que está por acontecer. ¿El “pueblo libio” o la OTAN (o ambos)? ¿Vencedores o perdedores? ¿Reconciliación o represalias? Lo que se sabe es que la historia la hacen y la escriben los vencedores. Los gadafistas han de quedarse sin mártir y sin refugio. Su reinserción en la historia, suponiendo que no serán perseguidos, dependerá de su capacidad de adaptación a un nuevo entorno caracterizado por la ausencia de su antiguo líder.

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4 Comments

  1. Creo que los pueblos deciden y hacen su historia según sus coyunturas, pero también considero que la práctica de tomar «trofeos de guerra» debe ser reprochada. Hoy se conoce que los cadáveres de Gadhafi y su hijo están siendo exhibidos como trofeos. Esto, poco o nada se diferencia de las prácticas de la historia antigua de exhibir los cadáveres de los enemigos colgados de los árboles o empalados en montes muy altos para que sean vistos de muy lejos. El mundo occidental «civilizado» debería criticar estos hechos para lograr una memoria histórica de «no repetición» en otras latitudes, (no de resistirse a la tiranía sino más bien de no perder la humanidad) y no solo fijarse en lo que viene dentro de la vida política de Libia.

  2. Creo que los pueblos deciden y hacen su historia según sus coyunturas, pero también considero que la práctica de tomar «trofeos de guerra» debe ser reprochada. Hoy se conoce que los cadáveres de Gadhafi y su hijo están siendo exhibidos como trofeos. Esto, poco o nada se diferencia de las prácticas de la historia antigua de exhibir los cadáveres de los enemigos colgados de los árboles o empalados en montes muy altos para que sean vistos de muy lejos. El mundo occidental «civilizado» debería criticar estos hechos para lograr una memoria histórica de «no repetición» en otras latitudes, (no de resistirse a la tiranía sino más bien de no perder la humanidad) y no solo fijarse en lo que viene dentro de la vida política de Libia.

  3. Creo que los pueblos deciden y hacen su historia según sus coyunturas, pero también considero que la práctica de tomar «trofeos de guerra» debe ser reprochada. Hoy se conoce que los cadáveres de Gadhafi y su hijo están siendo exhibidos como trofeos. Esto, poco o nada se diferencia de las prácticas de la historia antigua de exhibir los cadáveres de los enemigos colgados de los árboles o empalados en montes muy altos para que sean vistos de muy lejos. El mundo occidental «civilizado» debería criticar estos hechos para lograr una memoria histórica de «no repetición» en otras latitudes, (no de resistirse a la tiranía sino más bien de no perder la humanidad) y no solo fijarse en lo que viene dentro de la vida política de Libia.

  4. Creo que los pueblos deciden y hacen su historia según sus coyunturas, pero también considero que la práctica de tomar «trofeos de guerra» debe ser reprochada. Hoy se conoce que los cadáveres de Gadhafi y su hijo están siendo exhibidos como trofeos. Esto, poco o nada se diferencia de las prácticas de la historia antigua de exhibir los cadáveres de los enemigos colgados de los árboles o empalados en montes muy altos para que sean vistos de muy lejos. El mundo occidental «civilizado» debería criticar estos hechos para lograr una memoria histórica de «no repetición» en otras latitudes, (no de resistirse a la tiranía sino más bien de no perder la humanidad) y no solo fijarse en lo que viene dentro de la vida política de Libia.

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