FARC: ¿El fin del fin?

Por Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

Los titulares de los medios y las preocupaciones de los analistas políticos y estratégicos extranjeros parecen haberse olvidado de los avatares del conflicto colombiano después de las intensas coberturas de años pasados por la muerte de Raúl Reyes, «Mono» Jojoy y Alfonso Cano (todos antecedidos del alias inevitable) y de las exitosas operaciones de rescate de figuras como Ingrid Betancourt. Pareciera como si la guerra que libra, tanto el estado colombiano como las FARC, hubiese entrado en un período de declinación cercano a la solución final.

En realidad, la situación es al revés. Con todo y su espectacularidad y problemas externos (el ataque a Angostura dentro del territorio ecuatoriano y las tensiones con el gobierno de Chávez), la muerte de los jefes guerrilleros se ubicó en medio de un proceso cuyo resultado nunca ha estado del todo visible. Es cierto que nadie quiere la guerra y menos la población colombiana cuyo ritmo de vida e inserción en el mundo actual es impresionante. Para cualquier extraño no esquizofrénico resultan absolutamente imposibles de conciliar los discursos de modernidad en que se mueve la mayoría de la población y los catecismos utilizados por la guerrilla no solo para orientar a sus seguidores sino para dar cuenta al mundo de sus acciones. Esto supuesto, no es fácil declarar a las FARC vencidas. Se trata de la guerrilla más antigua del continente sino del mundo. Su antigüedad está en relación directa con su capacidad de adaptarse a las circunstancias lo que les permitió, por lo menos en el pasado, de sobrevivir a los peores escenarios, y pasar de la guerra de guerrillas a la guerra de movimientos y de ahí intentar la de posiciones.

Precisamente el fin de semana pasada, cuando las preocupaciones se centraban en la liberación de diez rehenes que las FARC habrían decidido de forma unilateral, se conocía un duro golpe militar, -tan fuerte estratégicamente hablando como el de la muerte de Reyes, Jojoy o de Cano,- en el frente oriental para la organización guerrillera: 36 caídos en el Meta (entre ellos seis jefes de frentes y de columnas móviles, siete mandos de segundo o de tercer nivel y más de 20 intermediarios según Semana) que se encontraban en un curso de la Escuela de Mandos de la organización. «El estado mayor, que había logrado reorganizarse», -resume la revista Semana- «con este golpe sufre un daño irreparable». Días antes el Frente 10 de las FARC, en Arauca, perdió 33 combatientes de todo nivel.

La cuestión no está en el número de caídos, ni siquiera en la importancia de los cuadros medios que no son fáciles de reemplazar. Es la secuencia y contundencia de los golpes. Y la extrema vulnerabilidad de las FARC que está relacionada, tanto con la organización de las fuerzas armadas y policía de Colombia que trabajan en conjunto, como la sofisticada tecnología de las nuevas armas de inteligencia y de comunicación más las continuas delaciones de algunos de sus miembros que permiten ubicar jefes y grupos de acción. ¿Qué plantean las FARC hoy? ¿La negociación en serio?

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