La civilización del espectáculo

Por Andrés Cárdenas Matute
Quito, Ecuador

Mario Vargas Llosa está llegando a los ochenta años, ha ganado todos los premios posibles, tiene a todos los ojos encima y ninguna deuda por ajustar. Tiene un camino recorrido y esa incómoda autoridad de quien sabe que será escuchado. En columnas y entrevistas ha ido filtrando poco a poco sus controvertidas reflexiones sobre la inminente desaparición de la cultura, ahora compiladas en su último libro La civilización del espectáculo.

Algunos lo podrán tachar de elitista, incoherente, fatalista, arrogante. Yo me quedo con su honestidad y arrojo para lanzar su “teoría de la diversión” que estaría corroyendo todos los aspectos de la vida social y privada de la gente. Las reacciones ya se han visto. El último de los mohicanos, le dicen.

La piedra angular de su construcción es considerar que, en occidente, el primer lugar de la tabla de valores lo ocupa el entretenimiento. “Escapar del aburrimiento, es la pasión universal”. Y esto lleva a una frivolidad general, a una banalización de todos los aspectos de la vida, desde el arte hasta la religión, pasando por la política, el periodismo y el sexo. Todo se vuelve light.

Desaparecen las jerarquías, prelaciones y autoridades. Si T. S. Eliot vaticinó que llegaría un tiempo “del que se pueda decir que carece de cultura”, Vargas Llosa cree que se trata del nuestro.
En el proceso, se tratan temas no poco interesantes: el daño causado por el discurso cultural de la antropología, la necesidad de una reserva espiritual para la salud democrática, el bombardeo de información como transformador del mundo en un gran teatro, la confusión entre precio y valor en el terreno artístico debido al imperio de la ley del mercado.

Para Aristóteles la imitación es causa natural de placer en el hombre y Borges consideraba inútil seguir con un libro que no hacía disfrutar desde sus primeras páginas. El reto está en, sumergidos en el baño de las imágenes, propiciar algo que sea espectáculo y contenido, diversión y revelación. El mismo Vargas Llosa elogió hace unos meses la serie The Wire de HBO. Sin embargo, el autor de Conversación en La Catedral hace, en su mayoría, diagnósticos certeros y previsiones probables. La lectura larga y esforzada desaparece, el periodismo muta en distracción, el erotismo es pornografía. Ahora, “lo que no es divertido no es cultura”.

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