Sobre la ética y otras vainas

Por Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Qué grande resulta la palabra y que pequeños los que la utilizan. Todo el mundo la tiene a flor de labios, la usan continuamente, se escudan en estas cinco letras. Ah, la ética. Mis actos se rigen bajo esas normas, yo nunca haría nada reñido con ella, mi conciencia me lo impide, las pruebas de mi honorabilidad están a la vista. Tanto así que soy perfectamente competente para liderar, para organizar una marcha, la de los honestos, y los que no marchan conmigo, quién sabe qué serán. Deshonestos, sapos, pillos, corruptos. Allá ellos, acá estamos los limpios. Puras palabrerías.

Pero que sucede cuando el inevitable repaso de los hechos, ocurridos no hace mucho tiempo, desnudan al inmaculado y lo dejan mal parado. Resulta que en otras circunstancias, la misma ética que hoy se proclama no era la misma. Antes, no era malo reunirse con un banquero, ir a su casa, tomarse un café brindado por él y lo peor, pedirle plata. Todo esto teniendo plena conciencia de que al frente estaba uno de los responsables de la peor crisis bancaria de la historia ecuatoriana según el pedigüeño que hoy, siete años después, se encarga de recordarlo por todos los medios. Dejando claro que por asuntos monetarios es posible ignorar por un momento los juicios personales que tenemos, y los revivimos cuando nos sean útiles.

Eso no se vale. Eso ya no es tener doble moral, es tener tres, cuatro, cinco, morales de acuerdo a la ocasión. Es ajustar los hechos a la conveniencia propia, pretendiendo enterrar capítulos que se dieron, que deberían ser explicados con honestidad, y no simplemente tratar de crear confusión, alterar las escenas y jugar a que no ha pasado nada.

Probablemente habrá mucha gente que disculpe estos deslices porque, finalmente, de la ética no se come. Es tan bonito hablar de ella, igual que de la soberanía, pero tan inconveniente ejercerla. Dirán que no se puede, que el sistema los obliga, que político que no mienta no gana, que presidente que no ajuste la historia de acuerdo a sus metidas de pata no podrá tener éxito, que comisión que no se pague paralizará tantos proyectos convenientes para la gente. Tal vez sea así. A lo mejor nosotros mismos los estamos obligando, pobrecitos, a portarse así. Ellos eran buenos y tuvieron que adaptarse a la realidad. De lo contrario el país no camina, la revolución no avanza, tantos millones y millones quedarían sin gastar.

Este capítulo, como tantos otros, pasará. Pocos le habrán dado la importancia que merece y medirán su satisfacción de acuerdo a los kilómetros pavimentados o los dólares agregados a sus bonos. El resto es un lío entre políticos, que ellos se entiendan, resuelvan sus diferencias, que negocien. No importa quien dice la verdad o quien miente, quien entregó la plata a quien, que favores se pidieron mutuamente. Se entiende al país como un hijo necesitado de protección y para escoger a su protector no se hacen muchas preguntas, se borran las preguntas del pasado. Solo se analizan sus resultados y se miden sus nuevas ofertas. Es pragmatismo, tal vez lo que más conviene. La ética es una vaina, ya se ve.

* Marlon Puertas es editor nacional del diario HOY. Su texto ha aparecido originalmente publicado en ese diario.

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2 Comments

  1. Correcto sobre las 10 mil morales del Presidente y su injusto ataque a Lasso.
    Incorrecto su vaga concepción de la ética. Aunque sí en este caso la ética de ese señor sea una vaina.

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