Cuando se gana perdiendo

Por Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

El rey Pirro, enemigo declarado de los romanos, le llevó la guerra entre los siglos III y II antes de Cristo. Entre las batallas más sangrientas figura la de Pandosia. Duró todo un día y en ella Pirro, aunque ganó la guerra, perdió en el combate lo mejor de su oficialidad y de su ejército. Dicen que al contemplar el campo de batalla sembrado de cadáveres dijo: “Otra victoria como esta y regresaré a Epiro (su reino) solo”. Desde entonces se considera una “victoria pírrica” aquella que causa más daño al vencedor que al vencido.

Victoria pírrica fue la que obtuvo Artur Mas, el presidente de la Generalitat de Cataluña, el último domingo en la que enarbolaba la independencia de dicha región del resto de España, para constituirse en una nación soberana. Alguno podría considerar que un hecho así no le va ni le viene debido a la distancia o porque carece de interés para sus propios intereses. Sin embargo, es importante evaluar la actitud que ha asumido este político cuya falta de escrúpulos le empujó a poner en peligro la armonía de todo un país para ocultar la mediocridad de su gobierno y la falta de capacidad que demostró para solucionar los problemas, los graves problemas por los que atraviesa Cataluña al igual que el resto de Europa.

En unas elecciones anticipadas, Artur Mas, después de enfrentarse al Gobierno central de Madrid, después de empujar a los catalanes a enfrentarse al resto de España con palabras muy duras dirigidas a alimentar el odio entre unos y otros, se encontró que su proyecto “soberanista”, es decir el de crear una Cataluña soberana e independiente, no era aprobado por la mayoría. Las elecciones arrojaron un resultado favorable a la coalición que lidera Mas con un 30% de los votos, muy lejos del segundo partido que obtuvo en 13,65%. La victoria pírrica está en que Mas perdió en estas elecciones doce escaños en el Parlamento de Cataluña. De los 62 que tenía ha pasado a tener 50, mucho más lejos de los 68 que necesitaba para contar con mayoría. Ni qué decir cuando en la campaña proselitista pedía a sus seguidores que le dieran una “mayoría aplastante” para poder impulsar desde allí su “proyecto soberanista”. Cosa curiosa, en todo ese tiempo nunca utilizó la palabra “independencia” cuando era eso de lo que se trataba realmente.

Si bien tardó bastante tiempo en aparecer en el balcón de un lujoso hotel de Barcelona donde se había instalado su puesto de comando para dirigirse a sus seguidores, Artur Mas apareció por fin sonriente, forzadamente sonriente, para decir que habían ganado, que el proyecto sigue su curso hasta llegar a la meta ambicionada: una nación catalana, libre, independiente, soberana. Por momentos me recordó a aquel trompetista indio con que se inicia “La fiesta inolvidable” (Blake Edwards, 1968) al que las tropas inglesas le disparan y se levanta una y otra vez, grotescamente, tocando el clarín, así hasta el hartazgo hasta caer definitivamente muerto.

Isaiah Berlin (1909-1997) dijo en una oportunidad que “El nacionalismo es una rama a la que si tratas de doblar, cuando se suelte te golpeará con el doble de fuerza”. Es evidente que Mas no leyó a Berlin pues lo que hizo fue tratar de doblar la rama del nacionalismo catalán y ahora lo está golpeando, varias veces ya a partir del domingo y no sabemos cuántas otras más en el futuro. Su soberbia, su orgullo, su arrogancia, su vanidad, le han impedido reconocer que se había equivocado. Cualquier político con sentido ético habría renunciando. Él no lo ha hecho pues está decidido a buscar alianzas con otros partidos independentistas. Sería bueno saber quién se atrevería a correr el mismo riesgo de perder electores metiéndose en un proyecto que, evidentemente, no goza de la simpatía y mucho menos del apoyo de la mayoría. Si CiU (Convergencia i Unió) la coalición que encabeza Mas acaba de perder doce escaños en el Congreso, es difícil encontrar otros grupos políticos que estén decididos a arriesgar sus escaños en busca de un proyecto que no logró materializarse a través de cinco siglos y más de historia.

* Jesús Ruiz Nestosa es periodista paraguayo. Su texto apareció originalmente en el diario ABC Color, de Paraguay.

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