Si fuera jefe de campaña

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Primerito les obligaría a mis candidatos a que dejen de usar las gafas Prada y las cambien por unas falsas, de esas que se regalan en elrincondelvago.com. Ah cierto, allí regalan tesis falsas, no gafas. No importa, el punto es que los candidatos deben parecer del pueblo, deben oler a pueblo. Por eso nada de perfumes Dior, Chanel y a las candidatas les exigiría que no se alisen el cabello. Nada, que luzcan tal cual, para que los ciudadanos conozcan como se levantan de la cama a quienes les piden su voto. Así como Norman Wray, auténtico desde su peinado, exigiría verla a Mae Montaño en la papeleta.

Luego les pido su currículum académico, sin nada de cuentos. Les haría entender que no es necesario hacerse el sabio, ni aparecer graduado en Illinois. Si es un bobo, el lema es: Vota por el bobo, alguien como tú. A la gente le gusta esas historias de superación. El bachiller con pésimas notas, el más vago, el que se fugaba trepándose las paredes del colegio, pero que llegó a presidente de la república. ¡Qué historia! Todos los vagos votarían por él y en los colegios hasta un reguetón le dedicarían. Y si me toca un candidato nerd, con puro veinte, le falsifico las notas, pero para ponerle algunos ceros.

Después, el discurso. Que se olviden de proponer soluciones terrenales para el país, que no las hay, y que encomienden todo a Dios, hacer cadenas de oración para que nunca baje el precio del petróleo. Como el pastor Zavala, por ejemplo, que ha prometido elevar a milagro el hecho que Gabriela Pazmiño asista en el próximo periodo a dos sesiones de la Asamblea en todo el año. Si aquello ocurre, los cielos oscurecerán, la tierra se abrirá y la revolución temblará. Aleluya!

Haría muchos bingos para recaudar fondos. Vendería tablitas de $1000 cada una a los milicianos de las Farc, y si alguno de ellos se gana el premio, sencillamente me hago el loco y después digo que nunca me compraron nada. Haría mi propia campaña sucia: por Internet crearía cuentas falsas para denigrar a mi candidato, todo con el objetivo de hacerle un homenaje de desagravio y recaudar más plata. O de pedirle a la Secom una cadenita como derecho a mi réplica y eso ya es campaña gratis.

Le pediría asesoría a Fabricio. Ya sé que debe estar con la andropausia, pero no hay que olvidar que él resulta ser el último jefe de campaña triunfador, tras haber conseguido vender a un pequeño diablo como un ángel salvador. Así que es necesario pedirle que comparta su experiencia ganadora, con el claro ofrecimiento de que en nuestro gobierno respetaremos sus contratos, como caballeros que somos.

Finalmente, yo compraría los votos con plata. Directo al bolsillo, inyectando a la vena. Nada de comprarlos con camisetas baratas de a dólar, con trago adulterado o con música tecnocumbiera. Si otros ofrecen bono de a $50, mi candidato tiene que sacar esos $50 ahorita y dejar sin piso a los demagogos. Mas o menos como Alvarito, que como está pobre, ahora solo saca billetes de a 10 en sus recorridos. Las campañas cuestan mucho dinero, eso lo sabemos los estrategas. ¿Alguien quiere contar con mis servicios?

* Marlon Puertas es editor nacional del diario HOY.