El legado perdido

Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

El peor escenario posible para el presidente encargado de la República Bolivariana de Venezuela Nicolás Maduro, ha sido el resultado de las elecciones presidenciales del domingo 14 de abril. Se suponía que la herencia del presidente Hugo Chávez era una especie de seguro que funcionaría de manera casi perfecta para el triunfo de su sucesor. El resultado no ha sido ese. De acuerdo a los informes que en este momento se disponen, Maduro, «el hijo de Hugo Chávez» como señala el diario La República de Lima, habría ganado a Henrique Capriles por un escaso margen de 300 000 votos, cifra incompatible para quien obtuvo nada menos que el encargo administrativo y simbólico del legado del presidente y que contó, como fue notorio, con el apoyo de todo el poder del Estado, incluso pronunciamientos del alto mando militar y espacios de publicidad que no tuvo su contendor.

No solo eso. Henrique Capriles sale en este oportunidad fortalecido con un 49,07% a su favor contra un destemplado 50,06% de Maduro. Ello sin contar con las denuncias del candidato opositor de 3 200 incidencias en el proceso electoral más el largo silencio que guardó la noche del domingo el Consejo Nacional Electoral y que ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Capriles ha hecho casi un milagro: lograr no solo que más de 700 000 votos se hayan vuelto a favor de la oposición sino de mostrar urbe et orbi que la solidez del legado del socialismo bolivariano del siglo XXI tiene pies de barro.

Maduro afronta un panorama difícil. Ha perdido el legado de su maestro. Su victoria está cuestionada en cuanto a las posibles irregularidades cometidas pero sobre todo porque no revela la supuesta tendencia mayoritaria del pueblo venezolano por el singular modelo implantado. Parece que los graves problemas de inseguridad, inflación, desabastecimiento, corrupción, deterioro de los servicios públicos, pasaron la factura con una intensidad que no estaba prevista en la retórica empalagosa de la memoria del líder desaparecido.

Desde un punto de vista de larga duración, Capriles ha sido victorioso. Estuvo a punto de ganar las elecciones mostrando en un plazo mínimo su capacidad de convocatoria y de organización y sin asumir las medidas que se vendrán en breve tiempo en Venezuela para poder mantenerse a flote. Ha reivindicado valores morales y ciudadanos, algo que los regímenes populistas que se declaran de izquierdas consideran su propiedad a tiempo completo.

Lo que sí resulta lamentable son los días difíciles que tantos venezolanos van a pasar en los próximos años, sea porque se quiera mantener el actual modelo o sea porque se decida radicalizarlo. Lo único sensato sería reconocer en la práctica, más que en las palabras que seguramente seguirán con su misma retórica, que es hora de ser realistas. Ni Venezuela ni el mundo están divididos entre buenos y malos, revolucionarios o contrarrevolucionarios. Una primera lección sería que la guerra fría terminó con todas las consecuencias prácticas que implica. Y que los mesianismos son también mortales.

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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