El sindicalismo sudamericano de Unasur

Eduardo Ponce Vivanco
Lima, Perú

Cuando los obreros hacen una huelga absurda y algunos compañeros se resisten, la mayoría sindical los acusa de “amarillos” y los presiona para que la acaten. ¿No es el modelo de Unasur? Primero aupados por Chávez y Lula; y ahora bajo la batuta de Maduro, apoyado por Brasil, Argentina, Uruguay y los miembros sudamericanos del Alba: Bolivia, Ecuador y Surinam; una mayoría a la que se suma Guyana. Paraguay depende del comercio con Mercosur; Colombia negocia con las FARC asociadas a Venezuela y Cuba; Humala fue apoyado por Chávez (los unía la admiración a Velasco Alvarado); y a Chile le preocupa parecer el infraterno del barrio. Mesa servida para el Sindicato Unasur, liderado por un exsindicalista formado en Cuba.

Con negligente ingenuidad, primero, y después con dolo, nos hemos embarcado en un bus que no va al paradero al que los peruanos queremos llegar, y del que nuestro gobierno no se atreverá a descender. Es el bus que nos llevó a La Habana y, ahora, a la fraudulenta juramentación de Maduro.

Para autorizar el viaje presidencial, el oficialismo argumentó: si todos van, ¡el Presidente pro témpore de Unasur debe ir con mayor razón! Pero cuando Maduro agradeció la presencia de cada mandatario sudamericano, ni siquiera tuvo la cortesía de mencionar al Perú ni al Presidente pro témpore de Unasur. Si ignoran el desaire, aprendan: nunca se respeta a quien sigue sumisamente la marcha del rebaño.

La política exterior debe privilegiar el interés nacional, en lugar de buscar prioritariamente a quién seguimos para no estar solos. ¡Qué urgencia de quedar bien con todos, de estar en todos los grupos, de no decir “no”, de pretender ser “constructores de consensos” para justificar la inseguridad y la falta de convicción que reina en Torre Tagle… ¿Por qué apoyar al chavismo, a Cuba, al Alba o al Mercosur si sus objetivos y políticas van en sentido contrario al del Perú?

No sorprende que el presidente del Jurado Nacional de Elecciones, Presidente del Consejo Electoral de Unasur, elogiara sin reservas las elecciones venezolanas –antes de que se realizaran– si semanas atrás el ministro Roncagliolo (expresidente de Transparencia) afirmó que “los latinoamericanos y los sudamericanos tenemos mucho que enseñar, no necesitamos aplicar estándares extranjeros para valorar la calidad de nuestra democracia, ese es el sentido que tiene el trabajo de Unasur y el acompañamiento que queremos realizar en Venezuela. Por eso, quisiera resaltar el hecho de que Venezuela haya incorporado el acompañamiento electoral como una nueva forma de las misiones electorales” (www.unasursg.org).

Si el Consejo Nacional Electoral (CNE) hizo Presidente a Maduro con el 54% de los votos, ¿cómo podría variar el resultado auditando el 46% restante? Peor aún, con el 99,12% de votos, la diferencia Maduro/Capriles era 1,5%. Pero cuando el CNE escrutó solo una parte del 0,88% restante, esa distancia (1,5%) se convirtió ¡en un abismo de 69% a 31%! Por eso, es indispensable la “observación electoral” que obliga a los miembros de Unasur que incumplen lo que pactaron como miembros de la OEA.

La auditoría electoral total que ha hecho tan felices a los presidentes sudamericanos y a Capriles la hará el mismo CNE, cuya presidenta sugiere “no hacerse falsas expectativas”.

Es indignante la complicidad de Unasur, que ni siquiera ha solicitado que el recuento sea respaldado por un mecanismo de “observación electoral” independiente; y es inexplicable que Capriles no exigiera la verificación internacional en su “triunfal” mensaje del viernes, aceptando los términos ventajistas de un organismo subordinado al presidente Maduro.

* Eduardo Ponce Vivanco es embajador peruano. Su texto se ha publicado originalmente en el diario ABC Color, de Paraguay.

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