Neopopulismo autoritario

Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

«En materia económica, el kirchenerismo toma algo del peronismo 45-50; en lo cultural, toma algo de los 70 y le suma toques de modernización progresista, como el matrimonio igualitario. El tema de los derechos humanos es una concesión tácita al progresismo, aunque no se anima a ir lejos en el tema del aborto y la eutanasia», ha señalado recientemente en La Nación de Buenos Aires, Juan José Sebreli a raíz de la exhibición del documental El Olimpo vacío dirigido por Pablo Racciopi y Carolina Azzi, que trata sobre su figura como pensador y ensayista desde la década de los cuarenta del siglo pasado en Argentina en que sus libros, como se ya es costumbre decir, «marcaron el pulso de la vida política y social del país». Quien recorra «Buenos Aires, vida cotidiana y alienación»; «El olvido de la razón» o su ensayo sobre algunos mitos argentinos como Gardel, Perón, el Che o Evita, entiende la justicia de la afirmación. Sebreli es un hombre que ha marchado contra corriente desde siempre y no ha tenido miedo de hacerlo

Pero no se trata de la ética del intelectual o del valor del pensador de disentir frente a los halagos o amenazas del poder. Sebreli es uno de los analistas más importantes del fenómeno del populismo que tanta incidencia ha tenido en América Latina y particularmente en la Argentina. Hoy, que los populismos bajo diversos rostros ejercen el poder, el análisis de Sebreli resulta indispensable.

Para él, el populismo es «una dictadura facista con apariencia popular, que incluye la creación del enemigo, el culto a la personalidad, la propaganda permanente, los actos celebratorios, la movilización de masas, la elaboración del relato y la puesta en escena, la formación de organizaciones ad hoc y la creación de fuerzas de choque». ¿No es todo esto lo que se ha vivido en Venezuela desde la llegada de Chávez al poder?

Por supuesto, concediendo que los populismos se arman en el camino pero que todos coinciden en su carácter autoritario. Quien destaque exclusivamente en los populismos solo su carácter ideológico, por ejemplo sus guiños de ojo a las corrientes de izquierda, está equivocado.

El populismo es algo más que la fiesta en que canónicamente se conmemora a los íconos de las insurgencias regionales. Llega por la vía democrática pero la termina destruyendo. Precisamente, en Argentina, este momento, se trata de imponer una reforma judicial que ponga a dicho poder en manos del Gobierno.

Pero el populismo no es solo de «descamisados». Se fortalece sobre todo por alianzas con «los empresarios subsidiados desde el poder», como indica Sebreli.»Hoy la oligarquía es el Kirchenerismo y sus adláteres, y los empresarios subsidiados desde el poder. Hoy la nueva oligarquía son los kircheneristas que viven en el barrio de Puerto Madero».

El autoritarismo implica necesariamente la corrupción: destruye de noche lo que hace en el día. Por ello «tiene que haber instituciones democráticas lo suficientemente sólidas y fuertes como para oponerse a las mayorías que en algún momento, enloquecen.»

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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