El ‘caso Manning’ y Assange

Hernán Pérez Loose
Guayaquil, Ecuador

La presencia de Julian Assange en la Embajada ecuatoriana en Londres como “asilado político” ya no tiene sentido luego de la sentencia dictada en el caso Manning. Los argumentos humanitarios esgrimidos en su momento para tenerlo a este señor en nuestra sede diplomática simplemente dejaron de existir. Es más, si él tuviese un gramo de decencia ya habría abandonado por sí solo dicha sede para hacer frente a los cargos de abuso sexual que le siguen en Suecia.

Como se recordará, la razón que Assange invocó para solicitar el famoso asilo en nuestra embajada fue que Estados Unidos lo perseguía para sentenciarlo a muerte por haber publicado miles de comunicaciones reservadas de ese país. Información que, a su vez, la había obtenido de manos de Bradley Manning, un sargento del ejército estadounidense. A la sazón la fiscalía de ese país había iniciado acciones contra dicho sargento por la filtración de información clasificada. Y Assange logró convencer a algunos ingenuos no solo de que a Manning le esperaba la pena capital, sino que él era el siguiente en la lista.

Como muchos lo sostuvimos en su momento, todo eso era falso. En primer lugar, la pena capital no estaba contemplada en las infracciones acusadas a Manning. En segundo lugar, la publicación que hizo Assange del material clasificado que aquel le proporcionó estaba protegida por la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. Cierto es que en el Ecuador lo hecho por Assange lo hubiera llevado a prisión, más aún ahora con la Ley de Comunicación. Pero no en Estados Unidos. En el emblemático caso de los “papeles del Pentágono” el New York Times obtuvo una victoria histórica ante la Corte Suprema frente a la pretensión del gobierno de Nixon de impedirle la publicación de documentos militares secretos sobre la guerra de Vietnam, documentos que el diario los había obtenido de fuentes reservadas dentro del gobierno. Algo impensable en nuestro país, a pesar de que la Constitución lo permite.

En su sentencia contra el sargento Manning, la jueza militar que conoció del caso, Denise Lind, rechazó la teoría estrella de la fiscalía: que Manning había “colaborado con el enemigo” al filtrar la información a Wikileaks. Fue un duro revés para el gobierno que había insistido en que esa filtración a una organización que por su vocación la haría pública –como en efecto lo hizo– constituía colaborar con los enemigos de Estados Unidos. Algo realmente exagerado y peligroso para los medios, pues, bien podrían ser amedrentados con ese calificativo en el futuro.

Al anunciar su decisión la jueza dio a entender que habría asimilado a WikiLeaks con un medio de comunicación, aunque los términos precisos se conocerán en los próximos días cuando ella redacte su sentencia. Recuérdese que allá hasta los jueces militares son independientes del gobierno.

Manning fue ciertamente encontrado culpable de varias infracciones, que hasta él mismo las reconoció; y su condena se conocerá luego. Pero los pretextos de Assange para meterse en nuestra embajada se han esfumado. En realidad nunca existieron.

* El texto de Hernán Pérez ha sido publicado originalmente en el diario El Universo.

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