Restauración conservadora

Juan Carlos Díaz-Granados
Guayaquil, Ecuador

Pareciera el nombre de una película de ficción. Porque eso es lo que es. Una justificación para asustar a los partidarios de la revolución sobre los peligros que los acechan. Para que se unan. Algo así como la guerra fría. Cuando Estados Unidos fingió que la Unión Soviética tenía un poderío militar y económico que aterrorizó a los americanos. O cuando después del 11 de septiembre del 2001, el gobierno de Bush inventó una serie de amenazas que le permitió violar la intimidad de las personas en varias formas e invadir un país. El suscitar miedo es un truco viejo en el manual de la historia política. Le permite a los gobernantes infringir derechos, generar guerras y conseguir votos.

En un canal de televisión, administrado sin fundamento jurídico por el Estado, vi a unos intelectuales atestiguar ser de la izquierda y haber estudiado el tema sesudamente. Definitivamente existe una restauración conservadora regional, determinaron con cara de susto. Y uno se pregunta ¿qué es eso? Porque lo que existe es una reacción al intento de reelección indefinida violando principios constitucionales, cuya única justificación es no haber alcanzado a implementar completamente la revolución ciudadana. Es decir, todavía faltan más impuestos que crear; importaciones y derechos por restringir; opiniones y medios de comunicación por incautar. Logrado eso, ya no será necesario consultar a los mandantes si un mandatario se puede quedar o no en el poder. La gente quiere más fuentes de trabajo formales. Los conservadores aman el statu quo. Si la revolución ciudadana es liberal, entonces estaríamos conversando sobre cómo implementar el libre mercado y fomentar las exportaciones, más allá del acierto del acuerdo con la Unión Europea. Palabras innombrables en la coyuntura actual.

Es una pena que sigamos discutiendo si es mejor el socialismo, el comunismo, fascismo, capitalismo o neoliberalismo. El siglo XXI no entiende a la izquierda, el centro o la derecha. Quiere libertad para resolver los problemas de la sociedad de una manera pragmática. En ese sentido, el Estado ha demostrado ser un pésimo administrador, destinado a construir obras mucho más caras, que el sector privado pudiera hacer más eficientemente. Lo que ha pasado es que el modelo se ha agotado y hoy vienen tras nuestros bienes. Porque el socialismo fracasa cuando se acaba el dinero de los demás, como lo expresó Margaret Thatcher.   Después de eso viene una dictadura como la de Cuba, en la que solamente los gobernantes viven bonito gracias a los recursos de los ciudadanos.

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