División entre los obispos por el sacramento a los divorciados vueltos a casar

Fotografía distribuida por L' Osservatore Romano que muestra a obispos durante la misa solemne que abrió la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de obispos sobre la Familia, convocada por el papa para abordar esta temática pastoral en el contexto de la evangelización, en la basílica de San Pedro del Vaticano, ayer, domingo 5 de octubre de 2014. EFE/Osservatore Romano

Ciudad del Vaticano, 10 oct (EFE).- Los participantes en el Sínodo sobre la familia, que comenzó el pasado lunes en el Vaticano, terminaron sus ponencias, que han evidenciado una división en la Iglesia sobre sí se debe consentir que los divorciados que se han vuelto a casar puedan recibir la Comunión.

Aunque, como resaltó uno de los participantes, el problema de los divorciados que se han vuelto a casar afecta al 1 % de los católicos, el tema ha centrado una gran parte de las intervenciones y ha quedado claro que existen dos líneas de pensamiento, que intentarán converger en puntos comunes en los trabajos de la próxima semana.

Los portavoces de la oficina de prensa que difunden los resúmenes de las intervenciones reiteraron hoy que la asamblea continúa dividida en dos líneas.

Una defiende «la fidelidad sin compromisos» de la doctrina, que impide recibir los sacramentos a los divorciados que se han vuelto a casar; y otra la respaldan aquellos que, aunque defendiendo el carácter indisoluble del matrimonio, quieren que la Iglesia católica «busque vías concretas» para resolver situaciones concretas.

Algunos apuntaban a la necesidad de que la iglesia tome un «camino penitencial» para que se reflexione sobre el sufrimiento de algunas situaciones, como la de «los divorciados que se han quedado solos porque a menudo sufren en silencio y están marginados de la vida social».

También invitaron a que la Iglesia actúe «para proteger a los hijos de los cónyuges divorciados de las repercusiones psicológicas que el divorcio pueda tener sobre ellos», ya que muchas veces son tratados como «una pelota de ping pong», observó un obispo.

En este debate, que en estos días ha sido «pasional», pero «respetuoso», tomó la palabra unos de los «padres sinodales», como se conocen a los que tienen voz y voto en esta asamblea, para contar su experiencia «como hijo de divorciados».

Aunque la sala de prensa del Vaticano no citó su nombre, como ha hecho con el resto de personas que han intervenido, se trata del arzobispo de Viena, el cardenal Christoph Schönborn,

«Yo experimenté el estigma con el que se marcó a mis padres y el que experimente yo por ser hijo de divorciado», dijo el arzobispo, uno de los más acérrimos defensores de una apertura a la misericordia por parte de la Iglesia en estos casos.

Otros, explicaron como la prohibición de volverse a casar para los católicos llena la Iglesia de «viudas y viudos tras el divorcio, sólo porque han sido abandonados por sus parejas».

Pero en la otra línea, otros como el cardenal Walter Brandmuller, en una entrevista publicada hoy en el diario italiano «La Repubblica», aseguran que los «divorciados necesitan ayuda pastoral, pero esto no implica su admisión en el sacramento de la Eucaristia porque con su decisión van contra la palabra de Dios y es el momento de la comunión el más íntimo encuentro con Dios».

La controversia de estos días quedará plasmada en el papel cuando el lunes se publique la «Relatio post disceptationem» (Relación después de la discusión) y que servirá de documento para debatir durante la próxima semana, tras la que se redactará el texto final con las conclusiones del Sínodo.

Pero el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, ya adelantó hoy que no se pueden esperar conclusiones sobre este tema ya que queda aún por celebrarse el Sínodo ordinario sobre la familia de octubre de 2015 y por tanto los obispos quieren ir gradualmente y con calma.

De esta sesiones ha surgido también la total oposición a cualquier tipo de reconocimiento de las uniones homosexuales, aunque todos han coincidido en la necesidad de no juzgar, ni recriminar a estas personas.

También se reafirmó con decisión la condena de la manipulación genética y la crioconservación de embriones, y también se rechazó, sobre todo desde los obispos africanos, que vengan propuestos como defensa de «derechos humanos» conceptos como «aborto y uniones del mismo sexo». EFE

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