Los nuevos amigos

Vicente Albornoz
Quito, Ecuador

Esta es una historia extremadamente divertida en la que se mezclan unos señores muy púdicos con otros altamente apegados a las normas. Además, entran en escena una dosis de descuido, un millón de euros y, al final, un poco de creatividad. Y todo esto está conectado con Qatar, los nuevos amigos del Ecuador.

En el año 1997, cuando Berlín estaba recuperando su calidad de capital de Alemania, el reino de Qatar decidió comprar una residencia para su embajador y finalmente eligieron una hermosa villa en el elegante barrio de Zehlendorf, al sur oeste de la ciudad. Ese pequeño palacio había sido construido por un exitoso empresario a fines del siglo XIX en un terreno de 3 000 m2, algo inusualmente amplio en la ciudad de Berlín.

Pero desde los años treinta del siglo XX, la casa había pasado por varias manos y como sobrevivió intacta a la II Guerra Mundial, algún momento llegó a ser utilizada hasta como club juvenil de las Fuerzas Armadas de los Estado Unidos. De manera que el interior del edificio fue modificado muchas veces, por lo cual perdió cualquier valor patrimonial. En contraste, la parte externa de la casa se mantuvo intacta a pesar de las guerras, las crisis, los cambios de dueños, la caída del Muro y la restauración de Berlín como capital. Y gracias a eso pasó a ser inventariada como patrimonio cultural de la ciudad.

Y ese era el estado de las cosas cuando los cataríes decidieron adquirirla por dos millones de marcos (un millón de euros). Pero había un pequeño detalle que alguien pasó por alto: en el dintel de la fachada neoclásica de la mansión había, entre otras, una estatua de una mujer desnuda que, para complicar las cosas no podía ser modificada por ser un bien patrimonial. Y los funcionarios alemanes, tan apegados a las leyes como suelen ser, nunca hubieran podido modificar la regulación y autorizar que se altere a la dama del dintel.

Si bien nunca hubo una declaración oficial en ese sentido, siempre se rumoreó que el Embajador catarí jamás se instaló en la villa porque era impensable que un país musulmán conservador exponga algo tan indecente sobre la puerta principal de la residencia de su representante.

De esa manera, la hermosa villa en el barrio elegante quedó vacía y sigue vacía, pues Qatar finalmente construyó una residencia completamente nueva en otro barrio. Claro que nada de esto fue del gusto de los acomodados vecinos de Zehlendorf porque hasta un palacio, si está vacío por más de 15 años, empieza a decaer.

Pero en octubre de este año las cosas empezaron a mejorar cuando Qatar anunció que iba a renovar el edificio para utilizarlo como “casa de huéspedes”. Los medios berlineses se han divertido con el tema, riéndose del conservadurismo de los diplomáticos árabes y proponiendo soluciones tan originales como la colocación de un bikini en la estatua.

Pues esos son nuestros nuevos amigos.

El texto de Vicente Albornoz ha sido publicado originalmente en el diario El Comercio.

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