Shrek recargado

Mauricio Maldonado Muñoz
París, Francia

Había una vez un pueblito muy lindo que tenía playas, montañas y selvas. El pueblito tenía por nombre Muy Muy Lejano (de la democracia), y era gobernado por un ogro verde llamado Shrek. Shrek era muy amigo Merlín, su compañero de aventuras. Merlín quería ser un mago de verdad, así que tomó una pócima sacada de elrincóndelmago.com y al fin logró ser un mago de verdad.

Hace mucho tiempo Shrek se disputaba el poder con el Rey Alberto, quien por un tiempo fue el presidente de la Asamblea Constituyente de Muy Muy Lejano (de la democracia). El Rey Alberto aprobó un edicto (Constitución) que expulsaba a todos los personajes fantásticos porque no encajaban en su idea de mundo perfecto. Durante este período, Shrek se declaró el más ferviente albertista, pero luego el Rey Alberto fue cambiado por el Lobo Feroz. El Rey Alberto, entonces, se sintió muy solo y se dedicó a dañar al pueblo de maneras alternativas.

«Soplaré y soplaré y voluntaria-obligatoriamente pediré que se cambie la votación», dijo el Lobo Feroz. Pero los amigos del ogro querían un cambio de aires, así que llamaron al Hada Gabriela Madrina. El Hada Gabriela, que estaba en contra de los cuentos de hadas aristocráticos, llamó a los personajes de tales cuentos a llevar cierta extraña dieta; aunque luego, al acceder a un Palacio de Muy Muy Lejano, a través de un préstamo Muy Muy Generoso, prefirió seguir con su dieta normal. Por otra parte, en agradecimiento, el Hada Madrina y sus amigas Hadas eran Muy Muy Sumisas.

Shrek hablaba todos los días sextos frente a sus aliados de Muy Muy Lejano (de la democracia). En estos encuentros, Shrek preguntaba al Espejito Mágico de la Comunicación: «Espejito, Espejito, dime: ¿quién ya no se pertenece a sí mismo sino a todo su pueblo?». Y entonces el Espejito Mágico de la Comunicación le respondía: «¡Tú, amado ogro!». Y entonces todos los aliados de Shrek se levantaban y aplaudían y gritaban con infinito polvo mágico: «¡Ogro, reelección! ¡Ogro, reelección!». Después de cada alabanza Shrek se sentía muy a gusto, muy poderoso y muy querido por sus aliados de Muy Muy Lejano (de la democracia); sin embargo, como habían anunciado los malvados pasquines, el ogro tenía un punto débil: un miedo muy grande a los tubérculos.

En efecto, mis atentos lectores, un día una Galleta de Jengibre y su mamá Galleta le indicaron un tubérculo a Sherk. Entonces él se bajó de su carruaje y les dijo: «¿Acaso no me conocen? Soy un ogrito muy guapo y de cartón, aunque era albertista, no me importa la Constitución». Y luego el Espejito Mágico de la Comunicación mostró imágenes (pero sin sonidos) del intento de tuberculicidio que había cometido la malvada Galleta de Jengibre y su madre Galleta. «Somos más, muchísimas más galletas de jengibre», anunció el ogro.

Al oír esto, el Flautista de Supercomín mandó a sancionar a todos los pasquines que no dijeran que los partidarios del ogro en el pueblo eran muchísimos más, y a los que dibujaran al ogro, y a los que mostraran ogras sexys los lunes y, pues, así en general. Todos estos personajes buenos se sintieron respaldados contra los malvados pasquines. También, entre otros, un tal Chato con botas. «Mis botas —decía siempre— son de mucho interés público». Así fue que el Chato con botas, las Hadas Madrinas, el Mago Merlín, el Flautista de Supercomín, los Dragoborreguitos, el Lobo Feroz y muchos, muchísimos más personajes, estaban muy contentos con lo que estaba pasando en Muy Muy Lejano (de la democracia). Y pusieron impuestos para siempre.

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