De falsos milagros y un golpe de realidad

Marcela Vélez-Plickert
Frankfurt, Alemania

El milagro ecuatoriano le llamaron algunos, muchos, quizás demasiados. Pero Ecuador no era el único país que sorprendía a los mercados con sus altas tasas de crecimiento en los últimos años. Desde hace una década se habla del milagro brasileño, del milagro turco y de la potencia rusa. Pero hoy poco queda de eso. La economía brasileña se contraerá este y el próximo año, al igual que la rusa y la tasa de crecimiento de Turquía se ha reducido a la mitad. Atrás quedó también el pronóstico del gobierno ecuatoriano de que el país crecería 4,1%. En su lugar, el presidente Rafael Correa no ha tenido más remedio que reconocer que el país no solo puede que no crezca, sino que la economía podría caer en recesión.No hemos sido capaces de contener el impacto de la caída del precio del petróleo”, reconoció esta semana.

El deterioro de los pronósticos y escenarios de todos estos países no es coincidencia. Lo que hasta hace poco era calificado de milagro no era más que el resultado de un escenario global favorable, con un alto precio del petróleo y otras materias primas, sumado a las bajísimas tasas de interés en Estados Unidos. Mientras las exportaciones petroleras supusieron ingentes ingresos fiscales para los países emergentes exportadores, el dinero barato impreso por la Reserva Federal estadounidense movilizó miles de millones de dólares hacia economías con estructuras no del todo sólidas, pero que ofrecían la oportunidad de buenas utilidades para las inversiones. Según el Fondo Monetario Internacional, del crecimiento registrado por los países emergentes entre 2010 y 2011, apenas un cuarto fue producto de factores internos.

Pero hay diferencias. No todos los países emergentes, ni todas las economías latinoamericanas están en recesión. Aunque con tasas más bajas que antes, México, Colombia, Perú y Chile siguen creciendo. Todos son países dependientes de la exportación de materias primas y de la demanda de China. Pero a diferencia de Ecuador, Brasil o Argentina, afirma el Financial Times, gracias a reformas previas, a un modelo económico que no está basado en el gasto de consumo alimentado por el crédito, y el desarrollo de instituciones más sólidas, están enfrentando el temporal con mayor estabilidad.

Las reformas estructurales emprendidas recientemente por Colombia, Perú y México les están garantizando el apoyo de los inversionistas, en medio del escenario adverso. Mientras en Chile, la seriedad de sus instituciones y su disciplina fiscal, están ayudando a contener las dudas del mercado incluso ante la crisis política que enfrenta el país.

Una década de elevados precios de las materias primas permitió a Chile acumular un millonario Fondo de Estabilidad. Un fondo que con hoy US$13.993 millones (a julio 2015), da al Gobierno una mayor capacidad para enfrentar la desaceleración económica. Un fondo similar al que intentó construirse en Ecuador, pero que fue agotado rápidamente apenas asumió la administración de Rafael Correa. Hoy, cuando los precios del petróleo, han caído un 60%, no hay reservas a las que recurrir. Por el contrario, se habla de recesión, de reducir –finalmente- el número de empresas públicas, y despidos.

Brasil tampoco aprovechó los buenos tiempos para realizar reformas. Por el contrario, desde la llegada del Partido de los Trabajadores al poder, de la mano de Luiz Inácio Lula da Silva y luego Dilma Rousseff, se apostó por un modelo económico de “capitalismo estatal”, con un rol cada vez más preponderante del Estado, y subsidios en lugar de creación de empleo sustentable. Solo ahora, en medio de la recesión, el gobierno brasileño busca una salida haciendo las reformas que debió implementar antes, reconociendo que debió controlar el gasto público e incentivar la inversión privada. Incluso China, que según economistas privados no está creciendo 7% sino en realidad 4% o menos, ha anunciado que permitirá un mayor elemento de inversión privada en busca de recuperar el dinamismo de su economía.

Más allá de las reservas, y el modelo económico, la crisis está demostrando la importancia de instituciones políticas (de un Estado de derecho, de poderes del Estado independientes) sólidas. “Los principales determinantes de la capacidad de una economía emergente para surgir, de manera sostenible, son la política, y todo lo que se entiende por las instituciones de gobierno”, afirma el ex editor en jefe de The Economist, Bill Emmott, en una columna reciente para Project Syndicate.

En un país con instituciones débiles, sujeto a los vaivenes políticos o a las decisiones imprevistas del gobierno de turno, las crisis económicas cobran una mayor magnitud, pues tanto empresas como consumidores se sienten aún más vulnerables frenando sus inversiones y consumo.

Generar la idea de que se tiene éxito cuando la billetera está llena, no por nuestro esfuerzo sino porque el precio de lo que vendemos es alto en el mercado, es fácil. Pero todas las burbujas de precios explotan y es entonces cuando los falsos milagros salen a la luz.

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