Expo Milán 2015: el Ecuador frente al mundo

Martina Rapido Ragozzino
Quito, Ecuador

Hace unas semanas tuve la oportunidad de visitar la Expo de Milán 2015. Un gran espacio internacional donde se reúnen –en una actitud armónica casi de cuentos de hadas– todos los paises del mundo. La Expo de Milán es parte de la iniciativa de la Ofician Internacional de Exposiciones y es la segunda exposición internacional registrada. Bajo esta iniciativa los países debían crear sus exposiciones dirigidas a una única gran temática central: “Alimentar el planeta, energía para la vida”. Y es que dentro de este mundo globalizado, consumista y lleno de desperdicios era hora de que exista una iniciativa enfocada a la seguridad y calidad alimentaria y a la alimentación sostenible. A pesar de ello pude observar de todo en la Expo menos estos temas.

Caminar entre las exposiciones de los diferentes países genera una sensación de estar en Disney World. Colores, tecnología e incluso las largas filas hacen suponer que será un espectáculo formar parte del evento. Entras en este enorme centro de exposición donde por meses se ha trabajado en la construcción de cada edificio y tienes tu pasaporte en la mano, el pasaporte donde vas a recibir el sello de cada país que visites. Tienes un mapa donde tratas de decidir a que país quieres entrar primero porque una cosa es segura, no bastan dos días para darle la vuelta al mundo. Entras a la Expo lleno de expectativas y emoción pero sales de ella con muchas preguntas, muchas opiniones positivas y negativas y, seguramente, con un dolor de pies interminable.

Angola, Marruecos, Israel, Brasil, Argentina, Colombia, seguidos por Azerbayán, Emiratos Árabes, Suiza, Francia, Japón, Corea, China, incluso la Ciudad del Vaticano. Todos y cada uno de los paises parece haber querido superarse a si mismo, brindar la mejor experiencia a los visitadores, gastar el dinero que, sinceramente, podría haberse empleado por otras cosas. Cada quién decidió abordar el tema de la alimentación de manera diferente, hay quienes lo lograron, otros parece que creyeron que la finalidad de la Expo era dar a conocer a su país y a sus gobernantes. Muchos de los países lo más cercano que tenían al tema de alimentación eran sus restaurantes de comida típica, por los cuales pasabas obligatoriamente tras ver cada una de las exposiciones. Comida rápida, comida frita, comida desperdiciada es lo único que pasaba ante mis ojos, sin tomar en cuenta precios elevados y filas intermnables.

Pero no quiero dejar la sensación negativa bajo los ojos de la gente que no ha asistido a este evento. Lo cierto es que vale la pena, vale la pena sumergirse en centenares de culturas diferentes por un día y poder apreciar lo diverso que es nuestro mundo. Cuando te encuentras ahí consideras como de cierta manera todo podría resultar ser armónico en el mundo si se juntara por una buena causa. Trabajos arquitectónicos increíbles y una consideración y amabilidad hacia el visitante casi inimaginable. Innovaciones tecnológicas increíbles, supermercados del futuro, experiencias irrepetibles eso me ofreció la Expo.

Obviamente dentro de mi itinerario existía la parada obligatoria a la exposición del Ecuador. Un gran cubo de colores que recuerda las telas y tejidos otavaleños que llama la atención de muchos visitantes. “Discover OuR EVOLUTION” dice en la parte de afuera aunque el juego de letras en seguida trae a mi mente otra cosa ¿revolución? Hago la fila y parece ser que la gran desorganización y demora que caracteriza a los ecuatorianos ha llegado hasta allá, la fila más corta pero más larga en espera que hice durante todo el día. Durante la espera, comienza a sonar una canción y anuncian el “tan esperado” baile del piquero de patas azules. Es ahí que sale un sujeto disfrazado de piquero y un grupo de baile e inician una coreografía renombrada como Boobie Dance. Y pues si, el único país con una soundtrack y una mascota es el Ecuador. Entre risas escucho “vamos todos a Ecuador”, ya debía sonarme a anticipación de lo que vería adentro.

Al subir las gradas llegué a un inmenso salón con cuatro pantallas gigantes en cada pared de la sala y un inmenso mapa del Ecuador dibujado en el piso. Costa, Galapagos, Oriente, Sierra; los chicos de cada región, ecuatorianos, explicaban a breves razgos cada una de ellas. Excelente idea ya que quienes nunca habían visitado el país mostraban su admiración hacia la diversidad. La idea era buena, atraía gente, pero el tema de la alimentación fue olvidado por completo a parte algunas pequeñas referencias a las exportaciones de banano, camarones y cacao.

Nos esperaba otra sala, el chico anunció en italiano que veríamos un video y lo primero que me vino a la mente es que no fuera una de esas propagandas del gobierno a las que estamos tan acostumbrados en Ecuador. Pero mis esperanzas se perdieron cuando el video comenzó diciendo que Ecuador es un país que ama la vida y continuó haciendo referencia al cambio positivo que enfrenta el país desde el 2007. Sentía que estaba en casa viendo los canales nacionales de televisión a no ser porque esta vez escuchaba todo en italiano. Lo más triste fue escuchar a esas personas que estaban facinadas en la primera parte de la visita, decir “mucha propaganda”.

La Expo se mantendrá abierta hasta el 31 de octubre. Después de eso la grande área ocupada para la misma pasará a cumplir otras funciones y cada quién volverá a su país. Lo que es seguro es que no tendremos que esperar a su clausura para conocer las opiniones contrapuestas de sus visitantes. Tampoco tendremos que esperar su clausura para entender que, una vez más, la imagen de Ecuador frente al mundo asume popularidad no por su gran potencial turístico sino por la capacidad de sus funcionarios de hacerse propaganda, no siempre del todo positiva.

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