Steve McQueen, el hombre que soñaba con la velocidad

Steve McQueen. Foto de Archivo, La República.

Madrid, (EFE).- «Las carreras son la vida, todo lo que sucede antes o después es simple espera». La frase, pronunciada por el legendario actor Steve McQueen, resume su pasión por el automovilismo recogida en el documental «The man & Le Mans».

Gabriel Clarke y John McKenna retratan al protagonista de «Bullitt» como un hombre solitario que lo sacrificó todo por un sueño: conseguir sentar al espectador detrás de un volante de un coche de carreras y hacerle sentir la excitación de la velocidad.

Ese era el propósito de la película «Le Mans» (1971), que McQueen iba a producir y protagonizar, bajo la dirección de su mentor, James Sturges, quien lo había lanzado a la fama con «The Magnificent Seven» (1960) y «The Great Scape» (1963).

Pero las cosas se complicaron hasta el punto de que no sólo acabó perdiendo el control del filme, sino también su matrimonio con Neile Adams, su amistad con Sturges y con su socio en Solar Producciones, Bob Relyea y en cierta medida su inocencia.

«Se dio cuenta de que era humano o, como dice alguien en la película, Steve pensó que era un Hércules indestructible y descubrió que era Ícaro acercándose tanto al sol que se le derritieron las alas y cayó», explica a Efe Clarke, en una entrevista telefónica desde Londres.

«Y también perdió el amor hacia Hollywood, se desengañó con la profesión. Hizo películas buenas después, sin duda («The Towering Inferno» o «An enemy of the people»), pero su conexión con Hollywood desapareció», añade.

Clarke describe a McQueen en este periodo como «una figura trágica shakesperiana» que contrasta enormemente con la imagen de tipo duro y el apodo de «rey del cool» que se había labrado públicamente.

Según cuenta el documental, que empezó su recorrido público en el Festival de Cannes del año pasado y ya disponible a la venta en dvd, lo que desató el nerviosismo en el rodaje fue que no había guion y que los plazos se alargaban al mismo tiempo que el presupuesto se disparaba hasta más de 7,5 millones de dólares.

Los autores del documental creen que McQueen -nacido en 1930 en Beech Grove, Indiana, y fallecido en 1980 en Ciudad Juárez, México- fue un pionero incomprendido, un adelantado a su época que buscaba por encima de todo la autenticidad.

«De igual modo que ‘Gravity’ trata de transmitir la sensación de estar en el espacio, 40 años antes McQueen quiso sentar al espectador detrás del volante de un coche de un carreras y hacerle sentir la velocidad, el peligro, la excitación», explica Clarke.

«Él quería un filme sobrio, con poco guion. Si ves ‘The revenant’ sucede algo parecido, apenas hay guion, es una película sobre cómo es luchar por la supervivencia en unos Estados Unidos congelados del siglo XIX, trata de ponerte en la posición de alguien que lucha por su vida. Algo así buscaba McQueen».

No lo consiguió cien por cien, porque al perder el control de la producción los mandamases de Hollywood impusieron una película más argumental, y sustituyeron a Sturges por Lee Katzin y al guionista Alan Trustman por Harry Kleiner. Pero las escenas de carreras tal y como se reflejan son algo único.

«Hoy no se permitiría rodar esas escenas tan peligrosas», considera Clarke.

La película incluye imágenes inéditas del rodaje y vídeos caseros de algunos pilotos, además de la voz original de McQueen extraída de diferentes grabaciones en las que habla de su visión del cine y los entresijos de «Le Mans».

Se podría decir que fue una película maldita. Pero lo cierto es que casi todos los que han participado el documental con sus testimonios -desde Adams, a quien McQueen rompió el corazón, hasta el piloto David Piper, que perdió su pierna en un accidente en el set o Trustman, que vio como su carrera se hundía por defender al actor- no parecen hablar con amargura, sino más bien con compasión.

«El tiempo lo cura todo, no creo que ninguno de ellos se sintiera maldito», opina el director. EFE (I)

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