(Gran) Bretaña dijo no

No sintiéndose a gusto con la época en que transcurre la acción la trasladó a la época presente –o ligeramente futura– donde la ciudad amenazada no es Roma sino Londres, y el ejército que comanda Coriolano abunda en una simbología que alude claramente al nazismo.

La película es impecable, pero al verla me pareció forzada la presencia nazi en un país donde nació el liberalismo, donde se firmó la Carta Magna en 1215 por la que Juan Sin Tierra aceptaba gobernar controlado por un grupo de personas que más tarde se conoció como Consejo, Senado, Congreso, Parlamento o Asamblea; un país, en fin, considerado como una de las grandes democracias contemporáneas. Pero por no pensar lo imposible me equivoqué. Los resultados del referéndum que piden que el Reino Unido se retire de la Unión Europea anuncian momentos muy difíciles para quienes viven allí y dificultades serias para los que no.

El movimiento de separación del Reino Unido fue liderado por el UKIP (United Kingdom Independence Party) y el ultraderechista Nigel Farage, quien, además de hacer gala de su racismo y xenofobia, recurrió a la crisis humanitaria provocada por los miles de refugiados que están huyendo de las guerras de Oriente Medio. Se dejó ver durante toda la campaña del llamado Brexit (Britain Exit / Salida de Gran Bretaña) utilizando como telón de fondo una gigantesca fotografía en la que aparece un camino lleno de refugiados bajo el lema de que Europa era la culpable de la situación y que era necesario unirse todos para devolverlos a su lugar de origen.

El fanatismo amenaza con dar al traste uno de los experimentos más notables gracias al cual Europa ha conocido un periodo de paz sin haberse registrado ninguna guerra en más de setenta años. Esto, sin contar un cúmulo de ventajas que han hecho del continente un país grande, con sus problemas, claro está, pero en el que la vida se ha hecho más fácil. John Carlin, analista político, hijo de escocés y española, indignado por esta decisión, dijo que renunciará a su ciudadanía inglesa y pedirá la española, lamentándose de que se cierren tantas oportunidades a los jóvenes europeos; entre otras varias, la de poder estudiar en cualquier universidad de la Unión y trabajar donde mejores condiciones les ofrezcan.

Pero no está todo dicho. En Escocia, donde triunfó el no al Brexit, se amenaza ahora con pedir un nuevo referéndum para romper con el gobierno central inglés, independizarse y permanecer en la Unión Europea. Lo mismo sucede en Irlanda del Norte. A este paso Gran Bretaña terminará perdiendo su adjetivo “Gran” ya que corre el peligro de quedarse nada más que Inglaterra y Gales, además de algunas pequeñas islas de los alrededores que apenas cuentan.

El candidato a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica Donald Trump, que se encuentra de visita en Inglaterra, ha dicho: “Acabo de llegar a Escocia. El lugar está descontrolado terminada la votación. Ellos recuperaron su país, justo como nosotros recuperaremos América. ¡No bromeo!”. En otro momento, al conocer los resultados exclamó: “¡Es una maravilla!”. Esto puede dar una idea bastante precisa de por dónde va la historia. Y la calidad de sus “héroes”.

La indignación ante estos resultados ha estallado entre la clase dirigente, los intelectuales, los jóvenes, en el mundo universitario, en el mundo científico, en el mundo financiero que vio, esa misma mañana, cómo colapsaba la Bolsa de Londres alcanzando niveles históricos. Cerca de treinta mil españoles que trabajan en Gran Bretaña no saben qué pasará con ellos, mientras que centenares de jubilados que eligieron vivir su retiro en pueblos del sur de España donde disfrutan de un clima muy benigno deberán regresar, ya que el pago de las pensiones y la cobertura sanitaria dejarán de funcionar para ellos al no pertenecer ya a la Unión Europea.

John Carlin, refiriéndose a Nigel Farage, lo tacha como “el líder muchas veces borracho del UKIP”. Borracho o no, se cuenta que cuando tenía 13 años y estaba en el colegio, al pasar al lado de un compañero judío le decía al oído “Hitler tenía razón” o bien “¡A los hornos, a los hornos!”. Él y sus amigos son quienes heredarán el país. O lo que quede de él.

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