Se cumple un cuarto de siglo desde el golpe que precipitó la caída de la URSS

El intento de golpe de Estado en la URSS en contra de Gorbachov, hace 25 años.

Rusia conmemora hoy el 25 aniversario del fallido golpe de Estado que precipitó la desintegración de la URSS inmersa en la nostalgia por su pasado soviético, que, según se aleja en el tiempo, se percibe por gran parte de la población como una época cada vez más luminosa.

Un cuarto de siglo después de que el ala conservadora del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) intentara hacerse con el poder para frenar las reformas aperturistas, tan sólo un tercio de los rusos condenan aquel golpe de Estado, según un reciente estudio del prestigioso centro de sondeos Levada.

Hace diez años, eran casi dos tercios los ciudadanos que se expresaban en contra de las acciones emprendidas por el autodenominado Comité Estatal de Emergencia, que incomunicó al entonces líder soviético Mijail Gorbachov en su dacha (casa de campo) de Crimea y ordenó la entrada de tropas acorazadas en Moscú.

Cuando cayó el telón de acero y una renovada Rusia salió del aislamiento en el que había vivido durante décadas, la kilométrica cola al restaurante de comida rápida McDonalds, recién inaugurado en Moscú, simbolizó el ansia de los rusos por las bondades occidentales.

Pero desde hace unos años, el tradicional «kvas» ruso (refresco de centeno fermentado) le gana terreno a la Coca Cola, al tiempo que las empresas de alimentación presumen de antiguos estándares de calidad soviéticos para vender mejor sus productos, ahora que madres y abuelas no se cansan de repetir que entonces la comida era mejor.

Otro tanto sucede con la elite política, alentada por las palabras del presidente ruso, Vladímir Putin, que ha calificado la desintegración de la Unión Soviética como la «mayor catástrofe geopolítica del siglo XX».

Expertos y políticos de todos los colores, empezando por aquellos que dirigen hoy Rusia, coinciden en una visión negativa de la desaparición de la Unión Soviética, desde una perspectiva que si bien condena a los golpistas, no lo hace por su «loable» intención de evitar la desintegración del imperio, sino precisamente por acelerar ese hecho pese a pretender lo contrario.

«El 25 aniversario del golpe es una fecha amarga. El país tuvo la oportunidad de tomar la senda en la que está ahora China, con reformas democráticas y distintas formas de la propiedad privada, pero con la conservación de un estado unido», escribió hoy Vladímir Komoyédov, jefe del comité de Defensa en la Duma o cámara baja del Parlamento ruso.

Lamenta el almirante que los entonces dirigentes del PCUS, con Gorbachov a la cabeza, no tomaran medidas más drásticas para evitar la desaparición de la URSS.

«Muchos políticos de entonces tratan de justificar su blandura con el argumento de que no derramaron la sangre, pero evitan decir que como resultado de su indecisión política y cobardía corrió la sangre en Chechenia, la gente moría en la miseria y en atentados terroristas sin sentido», afirmó el parlamentario ruso.

La revolución prooccidental que vivió Ucrania en febrero de 2014 dio alas a los nostálgicos de la URSS, que ante la irremediable pérdida de influencia sobre «la más hermana de las antiguas repúblicas soviéticas», achacaron enseguida este hecho al desastre de 1991.

La anexión de Crimea, una desesperada aunque exitosa operación para recuperar el más añorado de los territorios rusos perdidos hace 25 años, dio inicio a una nueva etapa política que se ha propuesto como objetivo restituir la grandeza de Rusia en oposición al decadente Occidente.

«Vivimos en el país del triunfo del golpe. Porque los golpistas querían más o menos lo mismo que hace en estos momentos Rusia«, escribió esta semana el periodista opositor Semion Novoprudski.

Revertir la historia, lamentó Novoprudski en su columna en el diario digital Gazeta.ru, «ha resultado mucho más fácil que empezar algo que pudiera siquiera perecer un avance hacia un futuro razonable».

El 19 de agosto de 1991 el golpista Comité Estatal de Emergencia usurpó el poder central en la URSS para «evitar la descomposición del país».

El objetivo de la junta, encabezada por el vicepresidente de la URSS, el jefe del KGB y el ministro de Defensa, era impedir la firma por las repúblicas de un Tratado de la Unión preparado por Gorbachov para renovar la gran nación sobre una base no ideologizada.

Los golpistas introdujeron tanques en Moscú e impusieron el toque de queda, pero Borís Yeltsin, entonces presidente de la República Federativa de Rusia aún integrada en la URSS, encabezó una campaña de desobediencia civil con el respaldo de Occidente.

La negativa del Ejército de apoyar a los golpistas y la firme actitud de los moscovitas, que formaron un escudo humano en torno a la Casa Blanca para evitar su asalto, condicionaron el fracaso de la asonada, que terminó dos días más tarde con la detención de los golpistas y el retorno de Gorbachov.

Pero en Moscú el poder ya había pasado a manos de Yeltsin, quien no dudó en capitalizar su victoria y suspendió las actividades del Partido Comunista.

El 8 de diciembre los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia disolvieron la Unión Soviética, y el día 25 de ese mes Gorbachov anunció su dimisión y la desintegración de la URSS. La bandera tricolor rusa sustituyó en el Kremlin a la enseña roja soviética. EFE (I)

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