John Irving: «Vivimos un tiempo en el que la imaginación está desacreditada»

CIUDAD DE MÉXICO (MÉXICO), 23/11/2016.-Fotografía del 22 de noviembre de 2016 del escritor estadounidense John Irving hablando durante una entrevista con Efe en Ciudad de México. Irving afirmó que espera que los demócratas hayan "aprendido la lección" con la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, especialmente los jóvenes, a quienes pidió no subestimar su derecho al voto. Desde su punto de vista, Trump no ganó la elección, sino que "los demócratas perdieron", dado que el republicano obtuvo muchos menos votos que John McCain y Mitt Romney, ambos derrotados frente a Barack Obama en 2008 y 2012, respectivamente, recordó el estadounidense. EFE/Alex Cruz.

México, (EFE).- El escritor estadounidense John Irving considera que «vivimos en un tiempo en el que la imaginación está desacreditada», aunque desde su perspectiva la ficción puede proporcionar historias mucho mejores que la realidad o, en su caso, «mucho peores».

Irving (Exeter, Nuevo Hampshire, 1942) se encuentra en México presentando «Avenida de los misterios», en la que, como en varias de sus novelas anteriores, pone a un escritor como protagonista, sin llevar más lejos los paralelismos con su propia vida porque «siempre puedes imaginar una historia mejor que cualquier cosa que ocurra».

La «gran literatura del pasado», aquella que le marcó y que hizo que quisiera ser escritor, fue «inventada», afirma en entrevista con Efe al mencionar algunos de los autores del siglo XIX que le sirvieron de referencia, como Herman Melville, Nathaniel Hawthorne o Charles Dickens.

No obstante, opina que en nuestra era «la no ficción, el mundo de las noticias, de lo que llamamos realidad, parece ser más importante», como demuestra el hecho de que la gente lea más autobiografías que novelas o que sea difícil encontrar una película que no esté «basada en una historia real».

Sus novelas, por otra parte, se basan en un trabajo con «los peores escenarios posibles».

«Mi trabajo es crear un personaje al que el lector le tenga afecto, simpatía, y luego pensar en las peores cosas que pudieran pasarle a esta pobre persona», explica el autor, quien en esta ocasión ha hecho lo propio con Juan Diego, un escritor afincado en EE.UU. que en su infancia trabajó como «niño de la basura» en un vertedero de Oaxaca, en México.

Irving, cuya madre era apuntadora de teatro, aprendió a utilizar este componente trágico de los textos de Sófocles, Eurípides y Shakespeare, quienes demostraron que, paradójicamente, «las mejores historias eran ‘las peores historias'».

«No podría haber una historia peor sobre tener sexo con la mujer equivocada que ‘Edipo’, no podría haber una historia peor sobre ir a tu casa a ver a tu madre porque tu padre ha muerto que ‘Hamlet'», ejemplifica el autor.

En un principio, «Avenida de los misterios» nació para ser un guión cinematográfico ambientado en la India, que relatara únicamente la infancia del protagonista, Juan Diego, y su hermana Lupe.

No fue hasta dos décadas después cuando el argumento dio un giro y comenzó a encaminarse hacia su formato final: en un trayecto con el que iba a ser el director del filme, Martin Bell, Irving comentó que si la historia estuviera novelada, comenzaría 40 años después, con un Juan Diego de 54 años viajando a Filipinas para cumplir una promesa.

«Mi amigo, el director, dijo: ‘¡eso no es una película!’ y yo dije: ‘no, no es una película, es una novela'», menciona el autor entre risas.

Durante los primeros años se sentían desafortunados porque la película fuera «tan difícil» de hacer en India, pero ahora considera que «fue buena suerte» que no pudieran, porque México hace que la historia sea más verosímil.

Además, el autor de «Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra», que ganó el Óscar por la adaptación de este libro para el guión de «Las normas de la casa de la sidra» (1999), considera que el paso del tiempo funciona «realmente bien» en las novelas.

Con el texto «puedes apreciar cuánto vive Juan Diego en el pasado, en su infancia y no en su presente», valora, añadiendo que para él no funciona cuando «en una película pasa mucho tiempo y necesitas más de un actor para un personaje».

La novela toma su nombre de la calzada de la Ciudad de México por la que se llega a la Basílica de Guadalupe, la «virgen morena» a la que el personaje de Lupe guarda devoción por considerarla «de los nuestros», frente a otras figuras religiosas llevadas al país por los españoles.

Con ello, Irving retoma el tema de la religión, por el que muestra un gran interés y en el que diferencia dos aspectos, «lo que hace a la gente creer» y las propias instituciones (católicas o no) con las que es más crítico.

En este caso, la aparición de la Guadalupana en el cerro del Tepeyac, comenta, fue reconocida como un milagro muchos años después de que sucediera.

«Pensaron sobre ello y dijeron, ‘es una herramienta, podemos usarla’. Soy muy cínico por cómo usaron ese milagro, no por la historia de Guadalupe, es una buena historia», dice el autor, quien carga contra las «manipulaciones políticas y sociales de la Iglesia».

«Jesús no dice nada en las bienaventuranzas sobre no al matrimonio homosexual, no al aborto, no dijo nada de eso (…) la parte de la religión que me gusta son los misterios, no las normas», sentencia el autor estadounidense. EFE (I)

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