El Sudeste Asiático se perfila como el próximo escenario de la dinámica de presión que el presidente de EEUU, Donald Trump, ejerce en Asia sobre la China de Xi Jinping.
Pekín afronta en la región un litigio territorial que corre en paralelo a los que mantiene por Taiwán y las islas Shenkaku, sobre los que Trump ya se ha pronunciado en contra del régimen chino.
A diferencia de Taiwán, para Pekín una extensión de su territorio continental, y las Shenkaku, en disputa entre el régimen chino y Tokio, el litigio en el Mar del Sur de China es multilateral.
Aparte de China y la propia Taiwán, cuatro países del Sudeste Asiático -Brunei, Filipinas, Malasia y Vietnam-, reclaman total o parcialmente el rosario de atolones de coral que jalonan el área.
Pero como Taiwán y las Shenkaku, las islas de ese mar forman parte de la cadena de archipiélagos que cerca geográficamente el gigante asiático y tienen alto valor estratégico.
Mercancías por 5 billones de dólares transitan al año por la zona, que alberga caladeros de pesca y reservas de gas y petróleo.
El litigio ha convertido el área en una de las más militarizadas del globo, con la construcción de islas artificiales para el despliegue de pistas de aterrizaje y bases navales.
El ex vicesecretario general de ASEAN (Asociación de Países del Sudeste Asiático), Suthad Setboonsarbg, prevé una espiral de tensión aunque no una guerra en la zona, «porque no beneficiaría a nadie».
Suthad recordó en una entrevista con Efe que Trump es un «hombre de negocios» y apuntó que, como en los otros casos, las «provocaciones» en ese mar «responderán a una estrategia negociadora».
«Trump quiere elevar la presión antes de sentarse a negociar con Pekín», estimó el político tailandés, que subrayó que en la ASEAN tampoco nunca ha habido consenso sobre el Mar del Sur de China.
«Junto a países con reclamaciones territoriales, en la ASEAN hay algunos que son neutrales y otros pro-chinos, como Camboya», dijo.
Lo que Suthad, economista de formación, considera probable es un estrechamiento del vínculo económico de Pekín y el Sudeste Asiático, si Trump emprende una guerra comercial con China en otros mercados.
Argumenta que China -que ya es el primer inversor y socio comercial en la región-, buscaría mercados cercanos y alternativos.
Y anota la marcada vocación asiática de Xi, que desde su ascenso al poder en 2012 ha reforzado las relaciones económicas con el resto del continente, en particular con proyectos de infraestructuras.
La complejidad de la triangulación EEUU-Sudeste Asiático-China tiene un botón de muestra en Tailandia, que como buena parte de los países de la región cuenta con una importante élite de origen chino.
Tras décadas de dar prioridad a Washington a raíz de la guerra de Vietnam -en la que Tailandia sirvió de retaguardia a las tropas de EEUU-, Bangkok privilegia en la actualidad su relación con Pekín.
Autor del libro «Tailandia, territorio movedizo entre EEUU y la China Emergente», el especialista estadounidense Benjamin Zawacki sitúa el punto de inflexión en los atentados del 11-S del año 2001.
«Tras los ataques EEUU centró su agenda exterior en la lucha antiterrorista y relegó otros asuntos, lo que en el Sudeste Asiático aprovechó una China en plena expansión económica», explica.
En declaraciones a Efe, Zawacki resaltó que en Tailandia el giro «lo dio el gobierno civil de Thaksin Shinawatra pero lo ha continuado la actual junta militar» del general Prayut Chan-Ocha.
Con experiencia como funcionario de la ONU e investigador de Amnistía Internacional en el Sudeste Asiático, el experto agrega que el juego de influencias en la región gira ahora en torno a Birmania.
Dice que tras ser aliado de China durante el antiguo régimen militar, la nueva Birmania de la nobel de la paz Aung Suu Kyi busca preservar los lazos con Pekín pero también abrirse a Occidente.
Zawacki coincide con Suthod en que el Mar del Sur de China es un previsible foco de tensión entre los EEUU de Trump y la China de Xi.
Y relaciona esa disputa con los otros litigios territoriales, con los que comparte lo que considera el mismo espacio marítimo.
También hace otra predicción; el descenso del interés por «los procesos de democratización y la defensa de los derechos humanos» en una región donde persisten el autoritarismo y la represión política.
El especialista alega que en su discurso de investidura el líder norteamericano «no hizo referencia» a ese frente, sobre el que no hay atisbo de divergencia entre la China de Xi y los EEUU de Trump. EFE