Izquierdas, corrupción y democracia

Evo Morales, el sobreviviente más entusiasta del Socialismo del Siglo XXI (el chavismo), y el canciller de la Cuba comunista, tuvieron intervenciones surrealistas que muestran hasta dónde puede llegar la ceguera política de quienes son incapaces de ver la realidad y vivir con ella.

Sería penoso recordar los extremos delirantes del “hermano” Evo y el ministro cubano Bruno Rodríguez. El primero defendiendo la dictadura de Maduro en Venezuela y el cáncer de la corrupción regional que Lula ha propagado desde Brasil; y el segundo describiendo el oprobio de las democracias diferentes a la única democracia verdadera: la del castrismo cubano. Suenan tan convencidos que reclaman un diagnóstico psicoanalítico que explique comportamientos absolutamente disociados de los hechos reales.

Pero la vocación mesiánica y vitalicia de Morales está lejos de la demasía de los dueños de Cuba y del Partido Comunista que la gobierna desde 1959. Evo ha ordenado a sus tribunales que permitan su candidatura a una reelección inconstitucional, mientras Bruno Rodríguez imparte lecciones públicas de democracia como representante de un Estado en el que solo existe el Partido Comunista, cuyos miembros se reeligen entre sí para mantenerse como la casta gobernante que desconoce las libertades y derechos más elementales de los cubanos.

Solo quedan cinco de la treintena de naciones que fueron esclavizadas por el marxismo-leninismo. En tres de ellas –China, Vietnam y Laos– el partido comunista ha abierto la economía al mercado y la propiedad privada (con logros notables en China y Vietnam). Los países-dinosaurio que no lo han hecho son los que se gobiernan desde Pyongyang y La Habana.

No hay país con peor imagen que Corea del Norte: exhibicionismo nuclear, aislacionismo, pobreza y opresión. A su lado está Cuba, que pretende ser el heroico referente latinoamericano de la lucha contra el capitalismo, aunque solo haya logrado una sofisticada combinación de inteligencia maquivélica y propaganda para presentarse como el modelo de una democracia alternativa cuyos defectos disfraza, cínicamente, como las virtudes y méritos de la lucha por la libertad de los pueblos.

Al Partido Comunista cubano no le afecta que una cuarta parte de su población haya emigrado para vivir y prosperar donde su enemigo jurado, librándose del régimen que seguirá imperando en la isla garantizado por la nueva generación de miembros del Partido Comunista, único y omnipotente. En eso consiste el triste festival que se escenifica en La Habana para entronizar al señor Díaz-Canel, el representante de la nueva guardia elegido por la guardia vieja del sempiterno comunismo cubano que, increíblemente, sigue fascinando a las izquierdas.

Lo que vimos en la Cumbre de las Américas sobre corrupción y democracia fue que Evo y Rodríguez defendieron a dictaduras que abrazaron la corrupción de Lava Jato en magnitudes solo superadas por las del Brasil, cuna de la perversa operación geopolítica para dominar América Latina a través del soborno y el clientelismo ideológico. Como si estuviéramos en la OEA, vimos reeditar el bloqueo que impide aplicar las sanciones de la Carta Democrática Interamericana contra la Venezuela chavista, defendida por votos comprados con los sobornos que reparte Petrocaribe a los microestados caribeños cuyos paraísos fiscales sirven a la corrupción y el narcotráfico que prospera bajo la complacida mirada de Maduro y sus Fuerzas Armadas.

Las dictaduras de izquierda y la corrupción siguen sosteniendo la tenaza que asfixia la gobernabilidad democrática en las Américas.

FirmasPress

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