En respuesta a Andrés López

Te saluda un joven de 23 años, que conoció a Dios y la fe católica hace aproximadamente seis. No tengo el placer de conocerte personalmente (espero poder hacerlo en algún momento), pero he visto, leído y escuchado sobre ti en varios medios de comunicación, y tu trabajo periodístico es siempre bien visto.

Así como tú, sufro con dolor al enterarme de los macabros abusos perpetrados por ciertos sacerdotes de la Iglesia, quienes en su momento prometieron llevar el Evangelio a las personas, y cuidar especialmente de los más indefensos, pequeños, pero han hecho lo contrario. Tan terrible tiene que ser este acto, no solo a nivel de justicia terrena, sino también en la dimensión espiritual, que hasta Jesús sentenció: “Ay de aquel que escandalice a uno de estos pequeños que cree en mí, más le valdría que le ajustaran al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y fuera arrojado al mar” (Mc 9,42).

Sufro al pensar que en ciertos casos, la obligación de quienes tenían el deber de denunciar, muchas veces fue aplacada por el soberbio pensamiento: “esto no puede estar pasando aquí” o “es mejor enviarlo a otra parroquia para que la feligresía no sepa”. Es duro, lo sé.

Sin embargo, a pesar de los pocos años que vivo el catolicismo, he podido comprender que nuestra fe jamás puede estar puesta en los sacerdotes, las monjas o en los seres humanos que gobiernan la Iglesia. Si así fuera, San Pedro y los demás apóstoles hubieran tirado la toalla al enterarse que uno de ellos (Judas Iscariote) traicionó al mismo Jesús, provocando su muerte. Al contrario, ellos suplieron la maldad con la que procedió Judas y otros mal llamados cristianos, llevando el mensaje de amor y conversión a los demás.

Seguramente por tu caminar en la comunidad salesiana, debes saber que en la historia del cristianismo, han sido los grandes santos como Catalina de Siena, Francisco de Asís o Juan Pablo II, quienes con su coherencia de vida, han encaminado el rumbo de la Iglesia, pero jamás pensaron en darle la espalda, a pesar de las circunstancias difíciles.

Dios juzgará si es o no justa, de que una de las sanciones eclesiásticas al Padre Cordero, sea la de celebrar misa con máximo una persona. Mientras tanto, la justicia ecuatoriana deberá castigarlo con todo el peso de la ley que corresponda.

Podría mencionarte decenas de miles de santos católicos que han dado su vida por los demás: Santo Hermano Miguel, Santa Narcisa y Santa Marianita de Jesús, San Juan Bosco, y por los que podrías enorgullecerte y no avergonzarte. Seguramente habrás leído que es la Conferencia Episcopal de Nicaragua (institución católica), quien está intentando alcanzar la paz en ese país azotado por la violencia. En mi caso, no me avergüenza que me llamen católico, porque lo soy, no por el cura que me bautizó, o el que me da la Eucaristía todos los domingos, si no porque es Jesús, a través de la Iglesia, quien me ha dado esta fe de la que me siento orgulloso de profesarla.

A través de estos pocos años, he podido comprender que la Iglesia es santa pero quienes la integramos somos pecadores, que voy a la Iglesia, no porque me sienta más que otro, si no porque necesito de Dios.

Finalmente, quiero decirte que como cristiano, oro, entre muchas, por dos causas: 1.- Para que se haga justicia para las víctimas de los abusadores, y demás personas que han sido agraviadas o abusadas por alguien de la Iglesia, y 2.- Por aquellos sacerdotes que día a día (aunque pocos medios de comunicación lo publiquen, a diferencia de cuando son abusadores sexuales) dan su vida dando de comer al hambriento, beber al sediento, vistiendo al desnudo, acogiendo al forastero, visitando a enfermo y al preso.

Te envío un fuerte abrazo,

Atentamente,

Ángel Gaibor Orellana

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