Género como contenido educativo en Ecuador

Darío Cervantes Padilla
Ginebra, Suiza

Aunque el decreto 460 sobre contenidos educativos ha eliminado frases como nuevas masculinidades, transversalización de enfoque de género y mujeres en su diversidad’ queda pendiente una reflexión analítica que la presentamos de forma sintética aquí, tomando en cuenta primero que la torpeza gubernamental defendida públicamente por la Ministra de Justicia, el Ministerio de Educación y el presidente Lenín Moreno, ha sido reconocida como tal al eliminar esas frases copiadas que esas autoridades no las han defendido,  lo que denota la ignorancia de esas autoridades en el tema. Es decir han pretendido regular algo que ignoran.

Las ‘creencias gubernamentales’ exhibidas en la prensa acerca de este debate han sido argumentos débiles que no permiten identificar de forma convincente la realidad de la situación de violencia a la mujer en Ecuador. Los comunicados públicos del Ministerio no encuentran sustento analítico adecuado ni social ni académico. Utilizando un léxico supuestamente “nuevo” revolucionario, pero para quienes entienden de este tema, no son sino palabras y frases importadas y copiadas de ‘otros’ sistemas de pensamiento en ‘fase experimental’, por lo que son desadaptadas y peligrosas para el nuestro propio ya que están siendo introducidas como ‘impostoras’ sin ninguna clase de análisis crítico, es decir sin ninguna base científica, pues este fundamento científico no se encuentra Ni en su adaptación Ni en el contenido introducido en el sistema de educación. Esto pues se ha hecho de forma ‘artificial’ cuando lo que necesitamos es desarrollar ciencia propia en nuestras sociedades de subdesarrollo, justamente focalizando nuestras instituciones y recursos en temas y fenómenos propios es decir, que lo que necesitamos es intelectualizar nuestras propias virtudes y defectos y no importar soluciones externas para imponerlas de forma coercitiva y artificial.

Términos como la ‘transversalización’ son una vieja forma de abordar los fenómenos sociales que se inscriben en diferentes dimensiones (esta estrategia viene de los años 90 marcando de forma importante la evolución de las ciencias sociales; es más antigua que el mismo ‘género’ como perspectiva, cuya inclusión en programas de estudio a nivel superior entran en la academia ‘recién’ a finales de los 90 y durante la primera década del siglo 21 en los países llamados del primer mundo a los que nuestros gobiernos autóctonos los llaman ‘Imperialistas’). Podría decirse además, que son materias o temas que ‘aún’ están en una fase de exploración o experimentación (no me refiero a que el género sea una ciencia experimental) y han sido justamente ciencias como la Antropologia socio-cultural y la Sociología cultural las interesadas en desarrollar la perspectiva de género.

Lo dicho y hecho por el gobierno ecuatoriano deja ver que seguimos siendo pueblos subdesarrollados incapaces de progresar o evolucionar bajo nuestras propias perspectivas intelectuales, pues se ha demostrado en la práctica gubernamental que no pasamos de ser sino unos ‘simples copiones’ más parecido al plagio que al desarrollo del talento propio, pues no es esto un estereotipo sino un típico síntoma ‘tercermundista’.

El ministro de educación nunca supo en lo que se metió. El decreto es grave, peligroso y atentatorio contra los derechos supremos del menor consagrados universalmente en convenciones internacionales y en nuestra propia Constitución, que en su art. 44 consagra el derecho y el principio del interés superior del niño y adolescente, el cual debe ser protegido y asegurado de forma absoluta por el Estado y la Familia. Nada más natural y universalmente aceptado a través de milenios, el consagrado en art. 29 de la Constitución que asegura el derecho de los padres a educar a sus hijos, lo que implica el derecho del hijo a protegerse bajo la tutela educativa de sus padres.

El mencionado decreto no garantizaba para nada la expectativa de controlar, reducir y menos desaparecer la violencia contra la mujer pues es absolutamente descontextualizado. Lo que ha sucedido es que el gobierno ha pretendido seguir la moda marcada por otras sociedades, pretendiendo imponer un mainstream de género, el discurso de algunas organizaciones internacionales que han adoptado temas en estudios de la antropología socio-cultural, con el único fin de justificar su existencia para seguir captando recursos. Es ese mainstream de ‘borreguismo internacional’ que ha querido reproducir el régimen ecuatoriano, es decir sin base ni conocimiento; la sociedad y el sistema de educación se encuentra confrontado a paradigmas experimentales de estudios de género.

Esa lógica (entre otras) explica justamente la opción de autoridades políticas de educación al copiar la frase “nuevas masculinidades” que no es sino una propuesta o forma de mirar un hecho social para ser estudiado investigado. Pues otorga un valor privilegiado a una forma “subjetiva’ de clasificar y calificar ciertas manifestaciones sexuales que además son minoritarias en el planeta. Pues esa interpretación subjetiva, que además epistemológicamente es aberrante ya que no contiene una base real científica, ‘es el producto de una mera interpretación’, de una percepción que siendo subjetiva se la quiso exteriorizar dándole valor objetivo, universal y peor aún ‘normativo’. Es decir que a sus ojos tiene valor de ‘verdad absoluta’ y eso justamente no sirve para hacer ciencia y por ende no resuelve ningún problema social, por más buena intención que tenga.

Al calificar de ‘nuevas’ fija un limite artificial con lo viejo. Eso mismo es ya un prejuicio o pre concepción que se convierte en estigma aprovechándose de un lenguaje socialmente construido. Frente a esto cabe preguntar : Y cuáles son las ‘viejas masculinidades’ ? La idea es que lo viejo psicológicamente ha pasado de moda, entonces hay que modernizarse, hay que hacer que el sexo devenga una ‘conducta experimental’ por ley y no por el desarrollo de sensaciones humanas biológicas naturales producidas por la energía de la atracción espontánea, desarrollada en la química humana de atracción por el sexo opuesto, incluso de la atracción por el mismo sexo. Pero eso depende biológicamente del desarrollo de cada individuo, cada persona hombre o mujer es un universo de intimidades y nadie, absolutamente nadie posee el derecho de obligar a un comportamiento determinado al otro, ni gobierno ni persona está envestido de autoridad para ejercer poder y ‘penetrar’ en la intimidad suprema de un niño, joven, ni adulto.

Nada hay nuevo y las nuevas masculinidades solo es una frase plástica con perversos fines políticos culturales y económicos vinculados entre sí. El fenómeno de la eso si, bien denominada ‘diversidad sexual’ es tan ‘viejo’ y antiguo como la misma civilización humana, y que no por viejo es ya obsoleto, todo lo contrario, ha tomado en cada generación de pensamiento un significado propio al contexto geográfico político social y sobre todo ha ido al ritmo del desarrollo económico y educacional.

De igual forma los estereotipos. Ha dicho el gobierno que con esa ley iba a acabar con ellos. Todo es moda, los estereotipos no se erradican con normas coercitivas, esto es peor porque las posiciones se radicalizan, los estereotipos se superan en el tiempo a sí mismo pero no desaparecen Se reconfiguran conforme avance justamente la evolución educativa psicológica social de los pueblos. Y eso no depende de la ley ni de ningún ‘Gobierno Salvador’, lo único que han logrado con esto es radicalizar posiciones y tendencias, los insultos van y vienen en los social networks, y desaparece el debate con base en el conocimiento fundamental. Los estereotipos son socialmente construidos a lo largo de procesos temporales y espaciales. Es una idiotez pensar que con la norma los estereotipos van a desaparecer, pues no; estos nunca desaparecen porque solo ‘se reconfiguran’ pero así mismo en un bien largo proceso temporal y espacial.

Se trata por lo tanto de procesos, en este caso procesos sociales que por definición se desarrollan en el tiempo (decenios, siglos) y difieren según el grupo social en el que toma lugar y el contexto económico social. En este caso entonces, la norma, ley o decreto no hacía sino crear un problema ‘interviniendo’ con el artificio de la norma en la intimidad de la persona para controlar su conducta sexual íntima, cambiar la costumbre con la ley. Nada más ridículo que pensar que el comportamiento patriarcal construido durante siglos por la sociedad occidental va a ser cambiado por la ley ecuatoriana. Si realmente quieren reducir, controlar y desaparecer la violencia contra la mujer, otro es el camino epistemológicamente hablando, por ejemplo: ¿Ha realizado el Ministerio de educación algún estudio serio respecto de los estados de la victima de violencia sexual? ¿Los estados del agresor? ¿Tiene el Ministerio algún estudio sobre la memoria traumática de la víctima? ¿Algún estudio ha realizado sobre la evolución jurídica penal en la lucha contra la violencia sexual y otras contra mujeres y menores? ¿Ha estudiado el incesto? ¿El odio de las víctimas? ¿Ha emprendido algún estudio académico el Ministerio respecto del estrés traumático y post traumático de la víctima? ¿Y el desarrollo de auto agresión física de la víctima de agresión violación o pedofilia? ¿Diversidad masculina o diversidad de género? ‘Masculinidades y feminidades en relación a un comportamiento social o a una condición biológica…?

Nadie mejor que los mismos adolecentes para disciplinarse a sí mismo y entre ellos mismo a través de su propio lenguaje, códigos de grupo, gestos, conductas, símbolos, y frases lingüísticas “siempre” en proceso, en un continuum de producciones, reproducciones, innovaciones y reconfiguraciones. En este caso la intervención de la ley en la intimidad de un proceso en el que el rol social del género tiene su propia representación en un grupo de colegio de adolescentes, resulta una desviación artificial de la propia vida y auto determinación del individuo y del grupo. Nada peor que normalizar la conducta de los adolescentes pretendiendo romper el proceso que ellos mismo desarrollan, pues solo contribuirá a crear más estigmas y no a desaparecerlos.

 

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