Una película y un libro

Gina Montaner

Gina Montaner
Miami, Estados Unidos

Se podría enumerar un sinfín de hechos políticos que nos sacudieron en 2018, pero los actores que mueven los hilos de la política van y vienen. Sus legados no son para siempre y en las tribunas sus rostros y mensajes cambian. Sin embargo, lo que sentimos en el cine y cuando leemos un libro se queda grabado en nuestra psiquis y en nuestro corazón. Por eso, a punto de despedir este año que se ha evaporado con la velocidad de una borrasca, me quedo con una película y un libro.

Roma, el último filme del cineasta mexicano Alfonso Cuarón, es a su callada manera un terremoto sentimental. Con los matices del blanco y negro del neorrealismo Cuarón regresa al universo de su infancia, cuando el mundo que lo rodeaba —el entorno familiar— se derrumba. El pilar de ese hogar roto lo encarna Cleo, la humilde empleada doméstica que arropa la súbita orfandad de un núcleo a la deriva.

Además de tirar del hilo de los recuerdos infantiles, el director plasma las diferencias sociales que en la década de los setenta definían una sociedad estratificada en la que los más pobres tenían pocas salidas, tal y como le sucede al protagonista de la también extraordinaria El ladrón de bicicletas en la capital de Italia después de la II Guerra Mundial. Sin duda, Cuarón tiene presente a Vittorio de Sica al captar la esencia de quienes se ven atrapados en su clase social sin apenas margen para aspirar a horizontes más amplios.

Roma, que en esta ocasión hace referencia al barrio residencial del Distrito Federal donde Cuarón creció, es una bellísima declaración de amor a esa mujer que para él fue una segunda madre, y también un homenaje a su progenitora, hermanada con la joven criada en el abandono de los hombres que las dejan a su suerte. Si 2018 fue la confirmación del cineasta mexicano como uno de los grandes de la filmografía actual, el año entrante se perfila como su consagración definitiva con un más que probable Oscar.

La memorias de Michelle Obama tituladas Becoming han sido una grata sorpresa en el panorama editorial, con ventas que han superado todas las expectativas convirtiéndose de la noche a la mañana en un bestseller. La personalidad desenfadada de la ex primera dama se refleja en un libro escrito con soltura, sentido del humor y una buena dosis de franqueza.

Hoy en día Michelle Obama goza de una gran popularidad, al punto de que en una reciente encuesta de Gallup ha sido valorada como la mujer más admirada en Estados Unidos. Sin embargo, no siempre fue así. Cuando la esposa del expresidente Barack Obama pasó a un primer plano en la campaña presidencial de 2008, fue objeto de duras críticas. En uno de los mítines dijo que por primera vez se sentía orgullosa de su país y sus detractores la acusaron de ser antipatriota. En realidad, tal y como explica en el libro, se refería al momento histórico que se estaba viviendo, con una pareja negra que aspiraba a ocupar la Casa Blanca tras una larga historia de segregación racial.

Si hay algo particularmente emotivo en estas memorias es esa primera parte en la que la autora evoca su niñez en South Chicago, entonces un área pobre con mezcla étnica en la que sus padres y sus familiares (descendientes de esclavos) vivían muy modestamente, pero soñaban con que sus hijos rompieran las barreras del racismo que les habían impedido a ellos estudiar carreras universitarias y ocupar puestos de trabajo que les estaban vedados. Los padres de Michelle Obama hicieron todos los sacrificios necesarios para que ella y su hermano pudieran aspirar a las mejores universidades del país.

A pesar del éxito académico y profesional del matrimonio Obama, en sus memorias aborda el reto que para ella supuso demostrar en cada momento que dos afroamericanos podían no solo estar a la altura, sino superar a blancos que habían llegado a la cima con mayores privilegios.

Una vez pasada la etapa de su juventud, el enamoramiento y la consolidación de su relación con Barack Obama, la crónica de su ascenso en el panorama político es de todos conocida, aunque la ex primera dama resalta su poco apego al mundo de Washington y afirma abiertamente que nunca le perdonará a Donald Trump el haber propagado la falsedad de que la presidencia de su marido era ilegítima porque en realidad había nacido en Kenia y no en Estados Unidos. Sin pelos en la lengua, para ella detrás de esta maniobra “había intolerancia, fanatismo y mucha xenofobia”.

Volver a la vida civil, con los pequeños placeres de un hogar en el que ya no hay cocineros ni asistentes 24 horas al día, son hoy deleites para esta exitosa abogada cuya historia, a diferencia de la de la resignada Cleo en la película de Cuarón, es la prueba de que del acorralamiento social y racial se puede salir para alcanzar el triunfo y la igualdad. Bien vale la pena despedir el año con Roma o las notables memorias de Michelle Obama. [©FIRMAS PRESS]

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